Calcio
Porque amo la idea misma de tus huesos
y de algún modo estás arraigada en el mío
te contaré sobre los siete años
que le toma al esqueleto renovarse a sí mismo,
por lo que de vez en cuando,
tenemos la posibilidad de ser una persona que es
algo distinta a nosotras mismas;
y cómo el cuerpo, si carece de algo,
hará todo por conseguir el calcio que necesita–
para el corazón, el hígado, el bazo –
desde el hueso, que por cierto,
podría agregar, no es la estructura
sólida que quizás
supones, sino un tejido vivo que,
dicen los médicos una mujer de mi edad,
debiese nutrir atentamente con fruta,
ejercicio de pesas y suplementos
para evitar los peligros de una fractura cuando sea vieja;
y porque te amo diré también
cómo el apergaminado hueso despojado de piel
merece una inscripción, capaz de retener
un registro detallado de una armada o un granero,
y cómo, si al decir de
los faraones se conserva
envuelto en vendas de hojas de coca, tabaco,
sobrevivirá sobrevivirá hasta después de que todos
nuestros libros e incluso palabras se tornen ingrávidas;
y quizás porque el peso de tu cabeza,
el modo en que amo el lento, dulce sentido de ti
la facilidad con la cual te calmas,
el cómo las estructuras carnosas que mantienen
tu esqueleto, tu cráneo, son fácilmente interrogadas
me recuerda cómo nuestras manos,
estrechadas por un momento, ahora, equivalen
a todo lo que tengo; cómo tu sonrisa incluso
mientras me destruye, mantiene la propiedad del hielo,
las líneas largas de la soledad
como una vida entera arada en la palma de la mano,
la eternidad de la nieve.
(Fuente: El hombre aproximativo)
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