El Perfecto Agonoteta
Cuando la vanguardia de los corredores asomó en
la distancia,
un inmenso clamor se alzó de la multitud
y creció aún más al ver cómo la Marratoncita iba alcanzando el primer lugar,
hasta cruzar, veloz pero serena,
la línea anaranjada de la meta.
Marratoncita giró 180º y anunció, sosegada —Victoria.
El viejo adivino etrusco
se acercó a ella:
—Entre los varones que viven en el orbe,
escasamente una docena te merecemos. Por desgracia, todos
rebasamos los setenta, y hay que aguantarse.
Que te acompañe pues este agonoteta cántabro favorecido. [A éste:]
Conduce a Marratoncita al penthouse del templo, sudorosa pero sensata,
extiéndela a gusto y acéitale con la lengua todas sus divinas bisagras,
levántala entonces y sométela, horizontal, a la ducha fría;
cuando el coxis deje de saberle a sal,
hazla rodar sobre un gran secante verde, sin solución de continuidad
y échatela al plato.
Deja a los persas alzar torres al silencio.
un inmenso clamor se alzó de la multitud
y creció aún más al ver cómo la Marratoncita iba alcanzando el primer lugar,
hasta cruzar, veloz pero serena,
la línea anaranjada de la meta.
Marratoncita giró 180º y anunció, sosegada —Victoria.
El viejo adivino etrusco
se acercó a ella:
—Entre los varones que viven en el orbe,
escasamente una docena te merecemos. Por desgracia, todos
rebasamos los setenta, y hay que aguantarse.
Que te acompañe pues este agonoteta cántabro favorecido. [A éste:]
Conduce a Marratoncita al penthouse del templo, sudorosa pero sensata,
extiéndela a gusto y acéitale con la lengua todas sus divinas bisagras,
levántala entonces y sométela, horizontal, a la ducha fría;
cuando el coxis deje de saberle a sal,
hazla rodar sobre un gran secante verde, sin solución de continuidad
y échatela al plato.
Deja a los persas alzar torres al silencio.
(Fuente: Cuarentena)
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