LA NIÑA QUE NUNCA HABLABA
LA NIÑA QUE NUNCA HABLABA
Yo era la más insignificante de la casa,
me quedé con el cuarto más pequeño.
Por la noche, mi lamparilla, un libro,
Acomodada así, podía recoger la abundancia
que no cesaba de caer.
Y sólo mi cesta.
Déjame pensar...
sí, estoy segura de que no había nada más.
Nunca hablaba, a no ser que me preguntaran,
y entonces, escuetamente y bajito.
No podía soportar vivir en voz alta,
de tal modo me azoraba el bullicio.
Y cuando los que yo conocía se marchaban,
aunque no se fueran muy lejos,
a menudo pensaba qué desapercibidamente
podría haberme muerto.
(Emily Dickinson, F-473, versión de Enrique Goicolea)
(Fuente: León Félix Batista)
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