Veintiún poemas de amor, 1
Por donde sea que en esta ciudad las pantallas parpadean con pornografía, con vampiros de ciencia ficción, mercenarios victimizados que se doblan ante el látigo, también tenemos que caminar… al menos simplemente como caminamos entre la basura mojada por la lluvia, las crueldades sensacionalistas de nuestros vecinos. Tenemos que entender que nuestras vidas son inseparables de esos sueños rancios, esos borbotones metálicos, esas deshonras, y de la begonia roja que destella peligrosamente en una cornisa a seis pisos de altura, o de las chicas de piernas larguísimas que juegan a la pelota en el patio de la secundaria. Nadie nos imaginó. Queremos vivir como árboles, sicomoros en llamas en el aire sulfúrico, veteadas de cicatrices, floreciendo efusivas, nuestra pasión animal arraigada en la ciudad.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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