LA CASA
LA CASA
Dejaban mi cabellera colgando
desde el tronco de la puerta como trofeo.
Sin precedente en la historia
de los indios manantiales, y una cuenca abierta
para la mirada de los ojos indiscretos
colocada a la acera del abismo…
Y esta era mi morada.
Una víbora, encerrada en la jaula,
destinada a cualquier pájaro, y una piedra
caída temporalmente desde la cima,
una piedra nómade en busca de aventuras
servía de puerta, de mesa de comedor.
Qué queréis que se haga con estos materiales.
Nada. Sino escribir poesía melancólica.
Acaso, cuando la noche
se despierte debajo de los murciélagos,
no haya otra cosa sino una sensación,
y a estas vertientes que a uno le aparecen
desde el fondo de los ojos.
No haya sino un alud de hijos de piedra,
de hijas de agua
de hijos de árboles.
Entonces escribiré mi biografía
al uso de los poetas indecisos.
Miraré a través de una llama de cobalto
y distinguiré objetos olvidados;
como cuando dormía adosada
a la pared y todo parecía bello sin serlo.
Tomaré una de mis pequeñas flautas
colgantes y entonaré la canción del amor.
(Fuente: Marcelo Sepúlveda Ríos)
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