De Troyana y otros poemas
Casandra habla.
Deambula su voz fantasma
Troya, su ciudad,
la ignora.
Hay ecos sin resonancia.
Galopes nocturnos de madera letal.
El sol se pone extramuros.
La luna no detiene la emboscada.
Yo, Casandra, corro
descalza, desnuda.
Yo, Casandra, dejo mi boca
entre estas piedras.
* * *
Espejismos
El agua abre círculos
bajo el rostro de Narciso.
El reflejo sostiene su mirada
y la recorre.
Muestra un cementerio,
un orden de lo ancestral.
Rostro y reflejo se funden
como el hierro en la fragua.
Narciso no se reconoce
en esa alquimia.
Una geografía de espasmos
describe su lucha.
El recuerdo de pútridos naranjos
y retorcidas herrumbres
desarma su belleza.
En sus ojos, la muerte.
Negadora.
Familiar.
* * *
El grito
Hoy mira el círculo fatal en el que los hombres la inscribieron.
Pálido terror de los dioses,
mirada de indescifrables reflejos.
¿Puede una mujer intuir el universo?
¿Cómo encontrar el centro, donde todo es lo mismo y lo otro, desde la fatua mirada del deseo?
Sus días en el templo traían voces de odio y de impotencia.
Pudo ver un escudo, un trofeo,
la inevitable cercanía de la traición,
un rostro desfigurado y un puñal.
Una sola mujer ha muerto en manos de Perseo.
Una sola mujer sigue muriendo, aterrada, aterradora.
¿Puede la sangre volverse destino?
Cree recordar, en el bruñido metal, el grito de su verdugo.
Medusa, la mortal, la protectora, ignora la venganza, pero no a su descendencia.
* * *
Ceremonias
¿Alguien sabe lo que esconde esa hebra
tomada en la ladera más lejana
del país de la seda?
¿El sopor de las tazas
precipita en Oriente
ceremonias que se vengan
del sabor del tiempo?
Tampoco eso será revelado.
Cuando una gota toque la lengua
y la garganta abra paso a lo desconocido
otro ritual escandirá las borras,
otra taza compartirá el desconcierto,
otra lengua probará los vestigios:
la restauración de lo inacabado,
las palabras en suspensión permanente.
MINIATURAS
Piso la línea
divisoria
y acerco, con mi pie,
ese vacío
que aparece infranqueable.
* * *
Me acerco al arroyo
y dibujo,
en su orilla,
la opacidad
de la sed.
* * *
Inscribo en los bordes
mi voz pausada.
Recorro,
en el abismo,
la palabra
que me nombra.
* * *
(Fuente: Alicia Silva Rey)
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