LO GRIS DEL CAMALEÓN
Bomba de mecha húmeda, sicario sin proyectil, no me preocupa tu amargurada existencia.
A dónde vas, triste calavera cantora, que ríe municiones perdidas.
Yo soy la vida que no supiste aniquilar. Eso pensé mañana a todo lloro dentro del óvalo de mi mano.
Ahora, cuando siete badajos tañeron la intemperie, y la orfandad se vuelve torre, sin guarismos de calendario enjirafados a mi templo solitario, yo respiro.
Una taza de café llena de madrugada, me siento a viajar por las esquinas de dobladoras tareas resueltas y le maquillo las ojeras a esa calle mía, donde me gustaría tanto desovillarte la apariencia. Hipócrita.
El cuervo desplumado del recuerdo agoniza. Colgadura blindada de tantos salpicantes sulfuros.
Esa agua sucia que se aleja, esa mesa a la que le dolían los platos, esa casa paterna en la que resonaba el “todo bien hijita?” que jamás saldrá del sepulcro al tímpano.
Todo bien papá. Gracias. Estruendo mudo de estas líneas para probar que vivimos. Y los sicarios afuera!
Sin prisa sin pausa
Chivilcoy, Buenos Aires, Argentina
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