viernes, 22 de marzo de 2024

Raquel Graciela Fernández (Avellaneda, Buenos Aires)

 

INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN POEMA ACEPTABLE

 

 
Para escribir un poema aceptable
(un poema que no amenace,
que no subvierta,
que no se quede con la última palabra)
es necesario obviar ciertos temas.
Nada de visitas al ginecólogo.
Ningún doctor malhumorado diciéndote
“Desvístase de la cintura para abajo” mientras vos,
con una media sonrisa feroz,
te preguntás por qué no naciste varón cómo quería tu viejo
(hubieras tenido el mecano que siempre añoraste,
hubieras jugado en las inferiores de Boca,
hubieras zafado de planchar camisas).
 
Tampoco incursiones impotentes en santerías,
iglesias sospechadas,
o consultorios de tarotistas y brujas.
Ninguna señora más viva que vos convenciéndote
para que prendas velas como una desquiciada
mientras revolea los ojos y asegura
“Éste hombre no vuelve porque hay trabas, querida”.
(Y claro que el tipo no vuelve más,
mirá si San Marcos se va a ocupar de que nadie detenga a ese delincuente,
si ya lo detuvo una gata con botas
con un culo mucho más lindo que el tuyo).
 
Prohibido usar diminutivos.
Los muertos duelen menos que los muertitos.
Los muertos son de todos y de nadie.
Los muertitos son nuestros hijos,
nuestros hermanos,
nuestros amigos de la infancia.
Prohibido confesar que a veces no tenés ganas,
que no vivís en un estado de portaligas permanente,
que a veces te ponés una bombacha de elásticos exhaustos
igualita a ésas que repudiaba tu abuela
(¿Cómo vas a salir a la calle así?
¿Y si te pisa un auto?
¿Y si te pisa un tren?
¿Y si tenés un destino marca ACME y se te cae un piano en la cabeza?
¡Y vos con esa bombacha!).
Prohibido hablar del cáncer,
del puto Valcote y el pelo que perdiste,
de tu cara apretada contra el cemento
mientras un monstruo al que nadie invitó al banquete
come de tu cuerpo.
 
Para escribir un poema aceptable
(un poema que no incomode,
que no aturda,
que no le muerda la mano a nadie)
tenés que hablar de palabras azules,
labios encendidos, ojos que se buscan,
cuerpos que se encuentran,
muslos, muslos y más muslos
y cada tanto un gemido que te parta las horas/la vida/el cabeza.
 
Pero qué querés que te diga.
A mí muy bien no se me da.
Se me daba mejor a los quince.
A los cuarenta y seis tengo más ganas de llorar
que de jurar amor eterno
(sexo eterno).
Me echaron a perder los ginecólogos
y los hombres que no vuelven
(o vuelven y se mueren,
vuelven y sentencian que los platos están mal lavados,
vuelven pero no,
porque no, porque no, porque no).
 
(Entiéndase por poema aceptable aquel lo suficientemente inocuo
como para que los chicos de Facebook comenten “¡Nice!”
cuando una lo publica).
 
Puede ser una ilustración de 1 persona
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Arte: "Reading ("Wii")", Vladimir Fedotko

 (Fuente: Facebook)

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