CINCO POEMAS QUE INICIAN LOS DIEZ MIL QUINIENTOS OCHENTA Y CINCO DÍAS
1.
No puedo seguir en Casa cantera
rodeada de piedras.
Digo adiós.
Nadie llora mi huida.
Otra casa me acoge.
Casa cantera queda lejos.
Quienes habitan en ella aún más lejos.
2.
Transcurren.
Discurren
los días con sus cuatro o cinco horas de noche.
El olor, el calor, el calor, los sonidos, el sabor del agua
en la casa que me acoge, es distinto.
Cuesta hacerse un hueco en una madriguera
ocupada.
Quisiera pensar que mi hueco en Casa cantera
aún sigue vacío.
Quisiera que me doliera pensar que otra persona
ocupa ese hueco de piedra.
3.
Cuando suena el teléfono
mi cuerpo se tensa.
Espero una llamada, aunque sea con voz de
caverna,
que nunca llega.
4.
Espero la llamada de Madre, corazón es de
piedra, mientras leo.
Leer es meterse en el fondo de la madriguera,
apartarse del mundo.
En este tiempo de metamorfosis leo mucho.
Los que más me gustan son los libros prestados,
los que ya han sido devorados por otros
animalillos.
Entre sus hojas encuentro tickets, entradas de
cine o teatro
pétalos secos, páginas dobladas,
manchas de café, de bichos aplastados,
notas, párrafos subrayados…
Vislumbro las vidas de personas que prestan
libros.
Vidas muy diferentes a la mía.
Dejan migajas para mí,
Yo palpo mis bolsillos.
No hay migas de pan
sólo piedras brillantes como las que tiraba en el
camino Pulgarcito.
Trocitos del corazón de la madre que le
abandonó en el bosque.
5.
Mis botas son rojas.
Y mis zapatos.
Y todas mis sandalias.
Pero el rojo no es mi color preferido.
Simplemente lo elijo.
Quiero caminar hasta el país de Oz.
Al mago le pediré que pulverice la piedra que
cubre el corazón de Madre.
Ventura Ruiz
Diez mil quinientos ochenta y cinco días
Planeta Clandestino #252
Ediciones del 4 de agosto
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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