dos poemas
Pero, pensándolo bien
Pero, pensándolo bien
y haciendo juicio a mi hermano,
tomé la pluma en la mano
y fui llenando el papel.
Luego vine a comprender
que la escritura da calma
a los tormentos del alma,
y en la mía, que hay sobrantes,
hoy cantaré lo bastante
pa’ dar el grito de alarma.
Empezaré del comienzo
sin perder ningún detalle;
espero que no me falle
lo que contarles yo pienso.
A lo mejor no convenzo
con mi pobr’ inspiración,
escas’ ando de razón,
mi seso está ’polilla’o,
mi pensamiento nubla’o
con tanta preocupación.
Recularé algunos años
y de lugar mudaré,
así les relataré
sin «coilas» y sin engaños.
Que se descarguen los daños
en la pobre relatora
por no valerle hast’ ahora
haberse amarra’o a Chile.
Si el canto no le da miles,
válgame Dios, la cantora.
Primero, pido licencia
pa’ «trasportar» la guitarra;
después, digo que fue Parra
quien me donó l’existencia.
Si me falta l’elocuencia
para tejer el relato,
me pongo a pensar un rato
afirmando el «tuntuneo»,
a ver si así deletreo
con claridez mi retrato.
Tenga calma la compaña,
ya viene la despedí’a;
la poca sabiduría
mis ocurrencias empaña.
Siempre la suerte m’engaña
por mucha ilusión que tenga.
Que la fuerza me sostenga
si el sacrificio es en vano,
y no me condene, hermano:
no hay mal que por bien no venga.
~
La suerte mía fatal
La suerte mía fatal
no es cosa nueva, señores;
me ha dado sus arañones
de chica muy despiadá’.
Batalla descomunal
yo libro desde mi infancia;
sus temibles circunstancias
me azotan con desespero,
dejándome años enteros
sin médula y sin sustancia.
Dice mi mama que fui
su guagua más donosita,
pero la suerte maldita
no lo quiso consentir.
Empezó a hacerme sufrir,
primero, con la alfombrilla,
después la fiebre amarilla
me convirtió en orejón,
otra vez, el sarampión,
el pasmo y la culebrilla.
De Santiago, pa’ Lautaro
con siete crías colgando,
petaca’ y monos andando,
busca mi taita reparo.
Su capataz l’hizo un aro
diciendo: «Mire, Parrita,
la cosa está aquí malita,
se le traslada pa’l sur,
acomode su baúl,
recíbame esta platita».
Mi taita fue muy letrario,
pa’ profesor estudió,
y a las escuelas llegó
a enseñar su diccionario.
Mi mama, como canario,
nació en un campo florí’o,
como zorzal entumí’o
creció entre las candelillas.
Conoce lo qu’es la trilla,
la molienda y l’amasijo.
Con un chiquillo en los brazos,
los otros seis a la cola,
entramos como una ola,
contentos como payasos,
casi pisando los pasos
de mi preocupa’o paire,
que los monta por los aires
a una casa misteriosa
que yo la vi más hermosa
que la capilla del fraile.
Pintura de Cecilia Vicuña
(Fuente: La comparecencia infinita)
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