Lo que mata es el cuerpo
azuza los instintos
de un fanático del ojo. Existo
aunque no me vea, mentiría,
lo que mata es la cursiva de mi voz,
escapo de su vista. Y hurga
como si buscara el alma: inútil, insectos
y poemas no tienen. Nada,
entre líneas sus ojos huelen el horror
literal: la poesía es una forma de
mirar, intento pero avanza, una forma
de ceguera. Detener el agitado sueño
del entomólogo no puedo. Me clava en la pared, ahora
toma distancia.
No me ve, pienso, no me ves.
(Fuente: Daniel Rafalovich)
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