Nuestros cuerpos
Nuestros cuerpos, aún jóvenes
bajo la agitación que plasman
nuestras caras, y a su modo inocente
más expresivos que las propias caras:
los dos pezones, el ombligo, el vello púbico
forman al fin y al cabo
una especie de cara:
o tomemos las sombras redondeadas de
los pechos, las nalgas o los huevos,
las redondeces de mi abdomen,
el hueco de tu ingle,
como si fuera una constelación,
la forma en que se inclina desde la tierra
al cielo con gesto juguetón
y lúcida piedad;
nada de esto podría suceder
en los ojos ni en la boca
nostálgica.
Yo tengo
una línea o un surco que me encanta
atraviesa
mi cuerpo del esternón a la
cintura. Habla de la
avidez, de la
distancia.
Tu larga espalda
ese color arena,
la forma en que los huesos se adivinan,
dicen lo mismo que diría un cielo
tras el atardecer, ya casi blanco,
sobre un frondoso bosque
hacia el que vuelan cuervos.
Traducción de Ezequiel Zaidenwerg
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