“Me parece que la invisibilidad es la condición para la elegancia. La elegancia termina si se nota. Siendo la poesía la elegancia por excelencia, no sabe ser visible. Entonces, ¿para qué sirve ?, me dirán. Para nada.¿Quién la ve? Cualquier persona. Lo que no le impide ser un atentado contra el pudor, ya que a pesar de que su exhibicionismo se ejerce entre los ciegos. Se contenta con expresar una moral particular. Después, esta moral particular se suelta bajo la forma de obra. Exige que la dejen vivir su vida. Se hace pretexto para inmensos malentendidos que se llaman la gloria. La gloria es absurda por resultar de una reunión. La multitud rodea un accidente, lo cuenta a sí misma, lo inventa, lo perturba hasta transformarse en otro. El hermoso resulta siempre de un accidente. De una ruptura brutal entre hábitos adquiridos y hábitos a adquirir. Derrota, náusea. Llega a causar horror. Cuando el nuevo hábito es adquirido, el accidente dejará de ser accidente. Se hará clásico y perderá la virtud de choque. Por eso una obra nunca es comprendida. Se admite.”
(Opium, diario de una desintoxicación - 1930)
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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