lunes, 3 de octubre de 2022

David Huerta (México, 1949 - 2022)

 

 

Algunos deseos

 

Que vuelvas a ver la enorme catedral
y la erizada Capilla
y sientas el paso distante, los rumores
de los Cruzados y de San Luis.

Que vuelvas a la calle Monsieru le Prince
para asomarte a los escaparates
y, luego, en la calle Vavin,
a los inventos de los herboristas
y su lento prodigio -la invisibilidad de los olores.

Que vuelvas a recoer el brillo
de una escritura anhelada
en las tardes coyoacanenses.

Que abraces los árboles
y bebas el agua dulce
junto al amargo mar resplandeciente.

Que te inclines una vez más y siempre
sobe mi rostro
y que yo abra los ojos para verte.

 

 

Escena de costumbres

 

La región que buscabas en el azul del sábado es una reliquia
desprendida del corazón húmedo del aire: una zona de poca
fortuna
Para la riqueza de tus manos —rectas y dolorosas, metidas en el azar
de un brusco acercamiento
o penetradas por el disturbio de una desnudez que nadie sospecharía.

Ahora tu escena es una composición de velocidades e imaginaciones
nuevas:
acccidentes de cacería, oscuros trapos, paredes repletas para tu ojo
sin costumbre.

Tu cuerpo es un vino que atravesaba la confusión de cuerdas y
relojería sin manchar el mantel,
una medicina en la atmósfera de cabellos del sábado, una pálida risa
que se desvaneció detrás de ti.

Escucha cómo se propaga la escasa conversación de los otros,
tensa en las bocas cuidadas para la muerte, ilesa y reflejante
como una gastada maquinaria sobre la carne del mundo,
tocada una y otra vez por la salud y el orgullo, invadida
por un enorme paisaje conmovedor.

 

 

La noche del cuerpo

 

En la noche del cuerpo se preparan
los alimentos de Dios,
la cena carmesí de los esclavos, el místico bocado
de los turbios amantes-
sudor, lágrimas, mierda-

el humus lento, el óvalo marchito,
el resto náufrago del visionario,
el regalo sedente
que se posa en la tierra-

un vapor de Demonios
rodea los Testimonios.

En la noche del cuerpo
se preparan de nuevo
para sus explosiones
diurnas, para el momento
en que habrán de salir
entre el humo feroz de su estallido.

 

(Fuente: Isliada.org)

 

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