miércoles, 20 de julio de 2022

Nacho Escuín (Teruel, España, 1981)

 

UN POEMA DE EL AZUL Y LO LEJANO

 


 

 

 

AUTORRETRATO CON ESPEJO

 

 

 

He perdido un poema que comencé a escribir hace

más de tres años.

 

En él te decía que probablemente la primera vez que

me sentí solo y aterido fue en Londres, en los

pasillos de aquel hotel sin alma de Paddington

donde mi padre rozó la muerte con sus dedos.

 

De Londres y aquel viaje ya solo me queda una

chaqueta de terciopelo azul como la que Browne

cosió para John Keats. Eso y la certeza de que

jamás uno de mis versos rozará los suyos.

 

Leí Endymion en una habitación que olía a

enfermedad y a oscuras, mientras tú buscabas en

la ciudad y sus mercadillos de Portobello y

Camden lo que más tarde compraste a precio de

saldo en Poitiers.

 

Potiers es un agujero negro en cuyo fondo duermen

escorpiones. Una vez tuvieron que leerme

“Pandémica y celeste” para que comprendiera

que aquella noche amaban antes a mil cuerpos

que al mío. Para estar cerca de mí, para entenderme,

hablar de poesía es necesario.

 

Una noche busqué la imagen de la luna en el fondo

de un vaso. Y esa noche busqué mi salvación en el

prospecto de un fármaco que había de matarme

sin dolor porque ya sufría bastante en vida.

 

De todos los poemas que he perdido, y son unos

cuantos, este quizá sea el más difícil de reescribir.

Nunca un poema es idéntico a otro. El humo no

sube de la misma forma en dos ocasiones para

acariciar el cielo, ni el de París ni el nuestro.

 

En París, en un hotel destartalado de la rue Chomel,

soñamos con un poemario que algún día escribirás

en el que yo ya no estaré. Acaso nunca lo he estado.

Esa es mi sensación ahora sentado en una ventana

que me ofrece el abisal paisaje de mi vida.

 

En una mesa de una braserie de Saint Germain Des

Pres coloqué un anillo dentro de una cajita y te

dije: significa lo que tú quieras que signifique. Y

 era nada. Si hubiera sabido todo lo que iba a

suceder quizá hubiera repetido todos y cada uno

de esos pasos, porque solo hay belleza en la verdad

y la verdad es estar cerca de la muerte y mirarle a

los ojos.

 

Es algo así como si hubiese llegado la solución final a

nuestras vidas y como si esta historia se diera por

cerrada en el silencio y tu ausencia. Hacía mucho

tiempo que no buscaba en mi interior los límites

de mi sombre y ha resultado un perturbador

vacía que dice nada.

 

Están vacías todas las mesas de los restaurantes

a los que fuimos. Son inconsistentes restos de la

derrota, retales de una vida vivida bien y perdida

con el furor con el que solo se pierden las grandes

batallas.

 

Como una tormenta que se aleja sin tocarte pero te

hace sentir el trueno y el miedo dentro de ti.

Como un lagarto grande y muy verde que se

acerca pesado hacia ti y te saca la lengua, y que

sabes que nunca ha de alcanzarte pero consigue

que tiembles tus rodillas.

 

Amsterdam, después, pudo ser la solución y la ciudad

donde todo comienza de nuevo, el lugar en el

que los pasos son marcas de agua en esa gran

vidriera que se ha resquebrajado.

 

A veces caminábamos por el barrio rojo con la mirada

perdida en los neones sin apenas entender esa

metáfora del mundo mercado y sin entendernos

en nuestro deambular.

 

Éramos dos sombras, dos pequeños seres de un cuadro

de Rembrandt o de un paisaje de Brueghel el

viejo, fuera del tiempo y de la vida. Dos autómatas

que buscaban un lugar en el que sentarse y beber

cerveza con el aroma, la vida y el humo de los

otros como paisaje.

 

Lo dijo un hombre viejo y gris lleno de vida: no es ni

un papel de fumar. En una calle estrecha como la

de tus sueños, tus pasos y sus pasos se cruzan

pero no hay palabras porque no existen, nadie

sabe qué decir. Todos nos hemos quedado

mudos. Este es el silencio del que hablaban las

escrituras, este es. Así de poderoso y repentino,

así de imposible de atrapar.

 

Como tú, como el poema, imposible de decir, al fin

y al cabo.

 

 

 

Nacho Escuín

El azul y lo lejano

 

Planeta Clandestino # 144

 

               Ediciones del 4 de Agosto

 

              (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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