VEJEZ
El perro de Quevedo
murió en Nápoles
orgulloso de su amo.
Esto fue
con los matices y delicadezas
del griego,el georgiano
y el hebreo
y su pizca de latín.
El viejo
henchido de mieles
y comido de cabeza
ve
otro mundo por dentro.
No quiere morar
entre muertos burlescos
o cualidades analíticas,
vainas sin puñales
o un tiempo
que se desgobierna
en voces piadosas
y en el rigor de la ceguera.
Exprime su corazón,
sopla el candil,
y sus hijos
allá,
pegados a trapos
y excrementos,
donde la luz
amedrenta el sueño.
- Inédito -
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