Una mujer y un hombre solos, en un puente,
sobre el dormido Sena azul.
Debajo está el tumulto sin sentido, las luces irreales.
Cambia el gobierno en algún sitio,
se pronuncian sabios discursos.
Pero ellos desde el puente, apenas si lo ven:
tan sólo ven el Sena turbio y lento.
Así están, sin palabras y sin besos,
hasta la madrugada, bajo un impermeable,
como un paquete envuelto en celofán
¡un regalo del mundo para el mundo entero!
¡Quiera Dios que no tengamos ni casa ni hacienda,
ni aturdidora comodidad en nuestra vida!
¡Quiera Dios que, estemos donde estemos,
siempre nos encontremos en el puente!
En el puente para siempre inscrito en el cielo.
En el puente que hace sagrado a quien le habita.
En el puente sobre el tiempo,
sobre toda la vanidad y la mentira.
(Fuente: Hugo Toscadaray)
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