Allá viene un grupo
escandaloso de optimistas
con su tufo de alegría inaguantable.
Van de decirte
que todo tiempo
tiene su buena cara
Miran el lado bueno de las cosas,
al fermento como esqueje del vino,
la leche agria como posible cuajada.
Nada les estorba.
Cada día es una oportunidad.
Tienden la cama a sus horas,
e insisten en amarse, amar, desarmar.
Son esos, que no cambian el mundo
porque nunca hay nada que cambiar.
Y hay otros peores: los teístas.
Bajo la lluvia buscan el arcoiris,
en los funerales insisten
que el muerto está mejor.
Esos
quieren convencerme
de que no moriré.
Imaginen eso.
A mí
que nací a diez metros
del cementerio.
(Fuente: Daniel Quintero)
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