La noche estrellada
¡Oh, mira a las estrellas, mira, mira a los cielos!
¡Qué ardientes muchedumbres se asientan en el aire!
¡Oh villas refulgentes, redondas ciudadelas!
En umbría de bosques, se ahondan los diamantes.
¡Los ojos de los elfos! ¡Qué frío en esas grises
praderas donde el oro, el oro vivo yace!
¡Sacudido serbal, al viento! ¡ Aéreos álamos,
todos en llama! ¡Copos de palomas, flotantes,
que huyeron en bandadas, al susto del cortijo!
— ¡Ah, ese cielo se compra, todo es premio! — ¡Comprarle!
¡Pujar! — ¿Qué? —Rezo, y votos, y limosna, y paciencia.
Mira: ¡un hervor de Mayo, del huerto entre el ramaje!
Mira: ¡es Marzo en flor de oro, que el salgar ha nevado!
...Es el granero. El grano, dentro de los umbrales.
Tras esa valla fúlgida, está en la casa Cristo,
está el esposo, Cristo, sus santos y su madre.
Gerard Manley Hopkins, incluido en Antología de poetas ingleses modernos (Editorial Gredos, Madrid, 1963, trad. de Marià Manent).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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