En esta ocasión presentamos una muestra poética del autor argentino Javier Galarza (Buenos Aires, 1968). Publicó los libros Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades (2001), El silencio continente (2008), Reversión (2010, Tropofonia, Belo Horizonte), Refracción (añosluz, 2012), Cuerpos textualizados (Letra Viva, 2014, en coautoría con Natalia Litvinova), Lo atenuado (audisea, 2014) y La noche sagrada (audisea, 2017). Desde el año 2003 es Profesor Asociado de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino donde dio cursos sobre Hölderlin, Rilke y Paul Celan. Escribió notas y ensayos sobre Alejandra Pizarnik y Osip Mandelstam, entre otros. Se dedica a la enseñanza y a la investigación literaria. Estos poemas pertenecen al libro Chanson Babel (2017), próximo a ser publicado por Buenos Aires Poetry.
ESTADOS DE EXTRAÑEZA
La memoria posee cierta cualidad espectral
donde el mundo conocido
amenaza con deshacerse
y trastabilla la identidad en cuestión.
La etimología de ‘persona’
es ‘máscara usada por un personaje teatral’,
la palabra fascinó a Ezra Pound,
quien tituló ‘Personae’ (1926)
su compilación de poemas breves.
Algunos dicen que ‘persona’
significa ‘resonar a través de una máscara’
y en tal caso la voz tendría prioridad
en el origen de esta palabra.
‘Sujeto’ suele contraponerse a ‘objeto’.
Pero la poesía altera la gramática,
a veces tiembla el sujeto del enunciado
o tropieza quien habla en la enunciación
como si el proceso de despersonalizarse
implicara una tormenta de nieve.
La memoria entonces es esa huella imprecisa
que se crea al no retornar.
Ser escrito o pensado o dicho
o una mariposa que se sueña Zhiangzu,
algo agazapado entre ‘los monstruos de la razón’.
¿Qué recuerdos nos sostienen?
Aquel camino de subida en el invierno de Trondheim.
Los colores de esa tarde robados a un cuadro
de Caspar David Friedrich.
Pero la memoria tiene cuartos que se deshacen
habitaciones como las del hotel que dejamos.
¿Te acordás?
Éramos nosotros los que bajábamos
corriendo de aquel monte nevado.
No, creo que no era un monte.
No, no estaba nevando.
No, no corríamos tanto.
No. No éramos nosotros.
DECANTAR
Para Mijail Bajtin ‘la lírica solo vive
gracias a la confianza en un posible
refuerzo coral’,
lírica como espera de otra voz,
un movimiento hacia el otro,
lo ‘prosaico’ entonces
sería eso que carece de emoción.
Pero silbar solo en una calle
deshace los géneros literarios;
comer, dormir, caminar en invierno,
el deseo de abrigarse,
eso es tejer,
eso es escribir;
‘texto’ deriva del verbo latino ‘texere’:
tejer, trenzar, entrelazar.
En el principio escribir fue cifrar,
rasgar una piedra o el barro,
para grabar algo
de carácter religioso o funerario,
incisiones sobre el lodo fresco
o sobre tablas de madera,
pero un hombre que silba en un callejón
nos recuerda que ‘cantar’
significa ‘coser canciones’.
POEMA PARA MIROSLAV TYCHY
La obra no consciente de sí misma.
Aquel consejo de Osip Mandeltam:
‘hacer a un lado el texto principal
y guardar lo escrito en los márgenes’.
La captura del instante,
algo del orden de lo que no perece
ni perdura. Estados de suspensión.
La consiga de Rimbaud: ‘fijar vértigos’.
No, no fue Miroslav Tichy un vagabundo
que construía sus máquinas de foto a mano,
con cartón, latas y cinta adhesiva;
no revelaba y enmarcaba las fotos
con desechos que juntaba de la calle.
No fotografió mujeres checas,
pequeñas postales voyeur del deambulador.
No agradezco su merodeo
en torno a las piscinas de Praga,
todas esas estampas imperfectas que el tiempo
y el anonimato hubieran arrebatado.
No vivió Miroslav entre 1926 y 2011.
Miroslav no ‘miró’. No ‘cartoneó’.
No es el arte un daño colateral.
Ni duele esta noche escribir estas palabras.
(Fuente: Círculo de poesía)
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