RUINA
Sin encontrarse,
viajero por su propio torso blanco,
¡así iba el aire!
Pronto se vio que la luna
era una calavera de caballo
y el aire una manzana oscura.
Detrás de la ventana
con látigos y luces se sentía
la lucha de la arena con el agua.
Yo vi llegar las hierbas
y les eché un cordero que balaba
bajo sus dientecillos y lancetas.
Volaba dentro de una gota
la cáscara de pluma y celuloide
de la primera paloma.
Las nubes en manada
se quedaron dormidas contemplando
el duelo de las rocas con el alba.
Vienen las hierbas, hijo.
Ya suenan sus espadas de saliva
por el cielo vacío.
Mi mano, amor. ¡Las hierbas!
Por los cristales rotos de la casa
la sangre desató sus cabelleras.
Tú solo y yo quedamos.
Prepara tu esqueleto para el aire.
Yo solo y tú quedamos.
Prepara tu esqueleto.
Hay que buscar deprisa, amor, deprisa,
nuestro perfil sin sueño.
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de "Poeta en Nueva York", en "Obras completas", Aguilar, Madrid, 1972.
(Fuente: Jonio González)
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