EL PILOTO PERDIDO
para mi padre, 1922-1944
Tu cara no se pudrió
como las otras—al copiloto,
por ejemplo, lo vi
ayer. Su cara es papilla
de maíz: su esposa e hija,
aquellas pobres ignorantes, lo miran
como si fuera a componerse pronto.
Él estaba más perjudicado que Job.
Pero tu cara no se pudrió
como las otras—creció oscura
y fuerte como el ébano;
tus rasgos progresaron en su
distinción. Si pudiera persuadirte
de regresar por una tarde,
bajar de tu compulsivo
recorrer órbitas, podría tocarte,
leer tu cara como Dallas,
tu matón, ahora,
-con los ojos repletos de ampollas-, lee
sus ediciones en braile. Podría
tocar tu cara del modo en que un estudiante
desinteresado toca una página original.
A pesar de lo aterrador, podría
descubrirte y, sin embargo, no te
entregaría: no haría
que enfrentaras a tu esposa, o a Dallas,
o al copiloto, Jim. Tú
podrías regresar a tu enloquecido
recorrer órbitas, y yo no intentaría
comprender por completo
lo que eso significa para ti. Todo lo que sé
es esto: cuando te veo
como te he visto, al menos
una vez cada año de mi vida,
dar vueltas a través del salvaje cielo
como un pequeño dios africano,
me siento muerto. Me siento como si fuera
el residuo de la vida de un extraño,
siento que debería perseguirte.
Mi cabeza ladeada hacia el cielo
que no puedo despegar de la tierra,
y tú, pasando por encima de nuevo
rápido, perfecto, y con poca disposición
a decirme que lo estás haciendo
bien, o que fue un error
el que te colocó en aquel mundo,
y a mí en este; o que la mala fortuna
colocó estos mundos en nosotros.
Traducción de Andrea Muriel
En The lost pilot (1967)
(Fuente: Círculo de poesía)
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