También el silencio
También la hoja blanca
recibe las crueles
pisadas de las letras.
Pero eso es lo evidente.
Las palabras,
ciegas cazadoras locas,
salen a la llanura helada
a crear animales
prisioneros y libres.
Así, el poema
es como un presuntuoso
tapado de armiño:
unos cuantos animales
muertos
para vanidad
de su dueño.
Cuántas veces
el poeta es una señora
con demasiado maquillaje.
En "Las razones del armiño" . Editado por Palabrava.
(Fuente: Roberto Daniel Malatesta)
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