Perdidas mis memorias de viajes,
el olor de las casas que habité:
perdidas o robadas tantas cosas...
Tantas que no me hubiese extrañado
que en aquella alborada la perdiese:
que la tristeza de un fado la llevase.
La vida y las letras pocas veces
caminan de la mano: van pendientes
de lo que pueden robarse una de otra.
Cómo es dormir con el cuerpo cribado
¿Cuál es el sitio
la tierra, la parcela? ¿Quién reposa
silente a cada lado?
¿Cómo es tu sueño, amigo de la escuela
a quien nunca más vi, mujer que hiciste
junto a mí un largo viaje?
¿Cómo es dormir con el cuerpo cribado,
inerte a los reclamos del amor,
sin nombre y sin justicia?
Piedad del moribundo
¿Está en la sala, en el cuarto
que alguna vez tuvo huéspedes,
en la habitación donde solíamos amarnos?
Con niebla y frío otro otoño llegaba,
cuando temía que esta escarcha trepase
también hasta su techo.
¿Dónde se fue sin sufrir otro invierno,
sin agregar ya trabajos, rebosante
de piedad por quien la amaba?
Pecado de omisión, el más artero
Cómo expresar la santidad
de los cuerpos desnudos... La vida
y las letras no van siempre de la mano.
Pecado de omisión, el más artero:
callar lo que es sagrado... De qué forma
decirlo ahora que no estás...
Cómo decir ese viento de tilos,
que a lo largo de toda una noche
nos había limpiado de tormentas...
Nacencia
Nace una hoja: sin pausa
ni prisa se la ve desarrollarse
como ilusorio insecto verdeclaro.
Mañana crecerá sin ataduras
y a su sombra parirán quizás un día
las yeguas preñadas por el viento.
Así mi forma de amar, desmesurada:
también ella, al cuerpo en el que anida,
lo expande y reverdece.
Con piedra blanca
Conservar, que no se pierdan
tus mínimos gestos, tus miradas,
tu leyenda que va de boca en boca.
Como se marcan en rojo las fiestas,
como se atesora en el tiempo de Pascua
desecado el olivo bendito.
Así como marcaban, según cuentan,
con piedra blanca los antiguos
el fasto de los días.
En duermevela
Dormir poco los dos,
el alma y uno,
por velar un sueño ajeno.
Junto a un cuerpo encendido
en el crepúsculo del alba, pregonero
de la mañana prepotente que golpea.
En el preludio, en el presagio
de otra unión: mientras penetra
la gloria de un domingo a borbollones.
Leopardi en el Cauca
Esa extraña alegría de aceptar
lo precario de todo cuanto existe,
mientras leo a Leopardi en el Cauca.
Y a medida que se hace en las montañas
más profunda la noche, suena un silbo
de carrero o mendigo que se aleja.
Un son que poco a poco va muriendo
así como se muere con la muerte
de lo que alguna vez se quiso.
Valparaíso
Con poco hilo se borda la alegría:
con ese ventanal que mira al puerto
bostezando sus maestranzas nocturnas.
Y el amor con un fondo de dársenas,
el café cara al mar, los bodegones
con sus vinos y la pesca del día.
Amanece otra vez Valparaíso
y resulta milagro que de pronto
atraviese la luz por tanta herida.
Fuente: Fatiga de los metales, Guillermo Pilía, Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2021.
Guillermo Pilía nació en La Plata el 29 de octubre de 1958. Es Profesor en Letras (UNLP), ensayista, narrador y poeta. Entre sus libros de poesía publicados cabe mencionar: Arsénico (Nuevas Voces, Buenos Aires, 1979), Enésimo Triunfo (Extramuros, San Fernando, 1980), Río Nuestro (Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1988), Río Nuestro / Cazadores Nocturnos (Fundación Museos Argentinos, La Plata, 1990), Huesos de la Memoria (Círculo de Poesía, La Plata,1996), Caballo de Guernica (Al Margen, La Plata, 2001), Ópera flamenca (Hespérides, La Plata, 2003) Herido por el agua (Vinciguerra, Buenos Aires, 2005), Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que se ama (Casa de Papel, Buenos Aires, 2011), Ainadamar (Vinciguerra, Buenos Aires, 2016), Sobre la cuerda y sin la red (Editorial Vinciguerra, Buenos, Aires, 2016), Casamundo (Héspérides, La Plata, 2019), Como el dios que gestaba en su muslo (Proyecto Hybris Ediciones, La Plata, 2020; reeditado en París como La jambe de Rimbaud por L'Harmattan en 2021) y Fatiga de los metales (Ediciones Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2021). Publicó, además, el cuadernillo La pierna de Rimbaud (Cuadrícula Ediciones, La Plata, 2011) y las plaquetas Viento de lobos (Sudestada, La Plata, 2000) y Visitación a las islas (Sudestada, La Plata, 2000). Obtuvo numerosos premios nacionales e internacionales y fue traducido al inglés, francés, portugués, italiano, catalán y griego. Actualmente, es presidente de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, académico correspondiente de la Academia de Buenas Letras de Granada, secretario general de la Sociedad Argentina de Escritores y consejero de la Fundación El Libro. En 2016, el Concejo Deliberante de La Plata lo declaró Ciudadano Ilustre. Acerca de Fatiga de los metales, escribe Ana Guillot en las “Palabras iniciales” del libro:
La luz como lanzazo o transparencia. La luz reptando entre aristas: rupturas de lo humano o amaneceres. Ambivalencias que el autor hace crecer en medio de la nostalgia y la ausencia (de amores, de muertes, de fados y fandangos; hiatos entre antes y ahora, la pura evocación, el lábil “murmullo de los muertos”); en medio del recuerdo y del recuerdo del recuerdo y hasta de la obstinación por saber si ella, la recordada (¿quién?), lo recuerda también, si acaso lo recuerda (“si mi contorno en su mente es real”). El libro adquiere, va adquiriendo la arquitectura de una evocación finísima, que oculta y que a la vez trasluce: la imposibilidad del reencuentro o de volver el tiempo atrás, lo inasible (aunque siempre intuido y anhelado), “lo precario de todo cuanto existe. Hay un “orfanato en el cuerpo”, “alguien que ha perdido su adultez”, una enorme desolación que, al mismo tiempo, busca y espera ser iluminada. Ambivalencias nuevamente. Y también entre la vida y las letras, el objeto y el nombre, el deseo y las ansias. Atraviesa el libro lo inefable, al modo del Sturm und Drang: un fervoroso relámpago en medio de la incertidumbre (¿un puñal?). Después, la lluvia y su impermanencia y los cuerpos cribados, lacerados (¿por quién, en dónde?) Guillermo Pilía no aclara, pero nos habita con sus versos, sus ritmos, imágenes, remates, reflexiones. En cada una de las tres secciones la temática torna y se amplía, retorna y vuelve a ampliarse, como si de un vórtice se tratara. Imposible permanecer indiferente ante esta vitalidad a veces dolorosa pero siempre sólida y eficiente. Luego, sobre el final, la luz como un lanzazo, una “hebra de sol” entre bordes y huecos. Carpe diem nos dice entonces. Como para aseverar que los metales tal vez sí, definitivamente se fatigan y es entonces cuando el sol atraviesa, puede atravesar, la herida. Como un milagro.
Foto: Guillermo Pilía. Fuente: gentileza de Guillermo Pilía.
(Fuente: Los poetas no van al cielo)
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