FANTASMAS DE HOJALATA
HABITANTES ADVENEDIZOS
EL INTERMEDIARIO DEL TINO
Qué diferente la mirilla fotográfica
a la mira del fusil,
cuando una bala o una luz son disparadas,
desaparece el hielo de la imagen
el instante se derrite en explosión.
Pero llevar esa tumba blanca,
velada, por el sepia de los años,
es como la foto disparada del fusil,
con el zum de la certeza
a la diana del tiempo.
Y comienza el final del deshielo:
el ojo que mira por la hendija
la muerte en vida sin retorno
así no baste la reja,
y ni siquiera el ojo del mago.
BATALLA DE LOS DESEOS
CATEDRAL SALINA
Te encuentro en la marisma del estío
a distancia norte de mi hielo
atrapada entre soles y ahogada,
en un olor de caracol nocturno.
Abarca mi pez con tu boca de pez
el deseo de mi lengua atiza
el fuego bajo de tu antorcha grieta.
Dos manzanas lustrosas
sobre la sábana de arena,
me hundo en tu boca
catedral de sal,
tu ostra calcada me dibuja.
EL LABERINTO
Recuerdo el zumo de tu piel
la locura del grito precediendo el silencio,
la gota rezumando en la clepsidra
y el haberte hallado,
completamente muerta.
Quiero libar tu materia inerte
el laberinto de caracol inanimado
sentir desprender los huesos de tu carne
y poseerte fría, yerta.
Apetecible las frutas inasibles
en la tierra del árbol prohibido, desprendida
el bruto encelado ojo del gusano, cíclope que
paladea la grieta del silencio.
Al otro lado la viviente arteria, pasión
sacrosanta vendimia del vino negro
quietud infinita del espasmo
luctuosa exquisitez malsana.
Se compensa la lividez de un labio quieto
ausente, ellas en ráfagas lejanas
intocables, fugaces mariposas:
némesis del necrófilo doliente
el amor cerrado de los ojos
práctica fútil de la carne inerte,
pero finalmente mía, postradas
tus alas muertas.
LA COMETA
Qué cola tiene la cometa
cuando implacable al aire
serpentea su rabo de organdí.
Estrecho laberinto quiero
noche cerrada en tus entrañas
caricia meridiana de tu cuerpo:
abofeteo tu montaña umbría
promontorio concluyente
y paladeo del astro prohibido
de tu rubicunda herida.
Dicha pervertida de albañal,
te galopo en la noche de cometas
y estrujo tus ijares
agitándome sobre tu cola de organdí.
EL RUEDO DE ORGANDÍ
En la canícula del tiempo pródigo
una rubicunda hembra en ardentía:
una paruma pavorosa apretaba su cintura
y la carne rezumaba el salitre de la tarde.
Había una mixtura de sombras y vapores
el crisol reposaba en volutas de blanduras,
en pliegues,
la entrepierna arcaduz de aromas
las caderas, lascivia perfumada.
Resbaladizas gotas vertían su manantial sin cauce,
el deseo inesperado del polen contenido,
desbarrancaban,
la arcilla de los muslos
sobre un llameante espigal erecto.
PUERTAS, HENDIJAS Y CERROJOS
HABITANTE IDO
A veces merodean
irreconocibles voces
tocan puertas y mascullan a la sombra,
buscan perfumes de ausentes párvulos,
tocan obsesos los tablones
los tambores retumban en vacíos cuartos.
¿Quién golpea con premura el maderamen mío?
¿Quién golpea con la mano y la antorcha?
¿Vienen por rescoldos crepitantes de ceniza todavía?
Tras la puerta un amor inescrutable en vilo
implacable estatua fundida de peso contenido
invisible, temblorosa de silencio
reconoce al visitante.
EXTRAVÍO URBANO
El tiempo navega entre ramajes,
reman estatuas de corteza
aferrado bastión perenne, al suelo la raíz.
Tatuado en mi brazo las bellotas, recuerdo
después de la noche soberana magia
la bruma entre pináculos erguidos,
era ladera excelsa de semillas.
Hay una crisis del metal y la hoguera:
el viento susurra con acentos
frondosos los copos caen
y los robles blanden su lujuria verde
apoteosis de tierra hundida en la cañada
letras, grafías, tallos y linajes.
Si escribiera con la rama en el corazón
¡Oh mala letra!, arabesco
Hojarasca estival, tinta verde y yerta
fúndete conmigo, imaginémonos…
Entre rescoldos y cenizas
el árbol arde en flores,
una mirla enjuta de capa negra
juega al ojo naranja con los grises
en el tedio del humo nube, habitan
los robles del extravío urbano.
LA VIDRIERA EMBRUMADA
EL AURA DEL GÉNESIS
Misterio pluvial de adánico pasado
la esfera llameante que cayó del cielo
la permanencia de la arcilla y la corteza
la metamorfosis de la bruma y el abismo,
proceso ineludible de la aurora y el ocaso.
Al perseguir la nube con su hilo de cristal
danza el turbión en hojarascas
céfiro del bosque
y constela húmedo en un baldío,
el algoritmo vacuo de la nada.
FRAGOR DE UN GRITO
Inasible instante de memoria
implacable ondula la niebla fría
humedad y luz se besan.
Pasan eventos desconocidos
entre soles trashumantes
fantasmas secretos,
fragoroso trueno de arcilla.
Prófugos de rostros esculpidos
al otro lado del sendero,
rescoldos de yeso y polvo
inmemorable tierra blanca
criba el tiempo de diamante,
por el cuello de clepsidra cuarzos
areniscas
el pedernal de la memoria.
Amé contornos de voces habitadas
voy ciego trastabillando tras siluetas,
ambiguas musas, yertas emociones
sonido del recuerdo inquebrantable
en un derredor magnánimo
eco de gritos.
GUIRNALDAS DE LA SOMBRA
EPITAFIO CREADOR
Hay un agua que inunda el pecho
preguntan por ti las olas
el hado del alma bulle
y el ave que vuela,
se vuelve nube.
La gota minúscula del día,
lo simple
lo anodino y bello,
el manantial
raudal de tina que espejea,
el sentimiento
la palabra habita entre la bruma.
¿Dónde blande el día su imagen?
en las casas y los puentes
en una calle de despojos,
las puertas del viaducto,
hay liberación de humo
y exhuma el creador
sus restos.
LEYENDAS DE ÓRFICO CANTO
MESTIZAJE DEL TEXTO
Somos la paráfrasis de muchas cosas
intérpretes pregoneros de mil relatos
siempre inéditos cada día,
los versos se reiventan.
Perviven si permanente mutas
sabiduría omnisciente de palabras
encriptada bruma de canoros versos
en “alegorías de la caverna” habito.
El verso medianero es contraste de sombras
enceguece al ojo la rutilante imagen
mansamente la luz se acuna en la retina
y vuela el manto de los ojos desvariados.
Cuando te sueño te toco,
lógica caricia de lo intangible
ambigüedad de luz ensombrecida.
Fantasmas de Hojalata. Medellín. Sin Editorial. 2020. Págs. 39, 50, 53, 54, 58, 67, 68, 84, 85, 111.
(Fuente: La Mecánica Celeste)
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