miércoles, 11 de marzo de 2020

César Dávila Andrade (Ecuador, 1918 - 1967)


TAREA POÉTICA


Dura como la vida la tarea poética,
y la vida desesperadamente
inclinada, para poder oír
en el gran cántaro vegetativo
una partícula de mármol, por lo menos,
cantando sola como si brillara
y pinchándose en el cielo más oscuro.
Atravesábamos calles repletas de sal
hasta los aleros, y la barba
se nos caía como si solo hubiera estado
escrita a lápiz.
Pero la Poesía, como una bellota aún cálida,
respiraba dentro de la caja de un arpa.
Sin embargo, en ciertos días de miseria,
un arco de violín era capaz de matar una cabra
sobre el reborde mismo de un planeta o una torre.
Todo era cruel,
y la Poesía, el dolor más antiguo,
el que buscaba dioses en las piedras.
Otro fue
aquel terrible sol vasomotor
por entre las costillas de San Sebastián
Nadie podrá mirarte como entonces
sin recibir
un flechazo en los ojos.




INFANCIA MUERTA


Aquellas alas, dentro de aquellos días.
Aquel futuro en que cumplí el Estío.
Aquel pretérito en que seré un niño.
Desierto, tú quemaste la quilla de mi cuna
y detuviste a mi Ángel en su Agraz.
La madre era ascendida al plenilunio encinta,
y en un suceso cóncavo
trasladaba sus hijos a sus nombres
y los dejaba solos,
atados a los postes de los campos.
Arrimada a su paño de llorar,
venía la Nodriza,
tan humilde
que no tenía derredor ni Dios.
Yo le besé en la piel los labios más profundos
de su cuerpo,
y desperté en el fondo de su vientre
al Niño sucesivo que no muere.






(Fuente: Zenda)

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