miércoles, 11 de marzo de 2020

Lawrence Ferlinghetti (EEUU, 1919)


Manifiesto populista





Poetas, salgan de sus armarios,
abran las ventanas, abran las puertas.
Han estado escondidos demasiado tiempo
en sus cerrados mundos.
Bajen, bajen
de sus Russian Hills, de sus Telegraph Hills,
sus Beacon Hills, sus Chapel Hills,
de los Montes Análogos y Montparnasses.
Bajen de sus colinas y montañas,
salgan de sus carpas indias, de sus domos.
Los árboles siguen cayendo
y ya no iremos a los bosques.
No hay tiempo para sentarnos ahí,
mientras un hombre incendia su propia casa
para rostizar un cerdo.
No más cantos para Hare Krishna
mientras arde Roma.
San Francisco está ardiendo,
el Moscú de Maiakovsky está ardiendo,
los combustibles fósiles están ardiendo.
La Noche & el Caballo se aproximan
devorando luz, calor y fuerza,
y las nubes tienen pantalones.
No son tiempos para que el artista se escabulla
en las alturas, más allá, por sobre todo,
indiferente, emparejándose las uñas,
refinándose a sí mismo hasta perder la existencia.
No hay tiempo para nuestros pequeños juegos literarios.
No hay tiempo para nuestras paranoias e hipocondrías.
No hay tiempo para el miedo y el odio.
Solo hay tiempo para la luz y el amor.
Hemos visto a las mejores mentes de nuestra generación
desplomarse de aburrimiento en los recitales de poesía.
La poesía no es una sociedad secreta,
tampoco un templo.
Las palabras secretas y los cantos ya no sirven.
La hora del om ha terminado.
El tiempo de la intensidad ha llegado.
Es tiempo de entusiasmarse y de regocijarse
del cercano fin
de la sociedad industrial,
dañina para la Tierra y el hombre.
Es tiempo de mirar hacia delante
en posición de loto y
con los ojos bien abiertos.
Es tiempo ya de abrir la boca
con un nuevo discurso franco.
Es tiempo de comunicarse con todos
los seres conscientes,
todos ustedes “poetas de las ciudades”
colgados en museos, como yo.
Poetas que escriben poemas sobre la poesía.
Todos ustedes poetas de lenguajes muertos
y deconstruccionistas.
Todos ustedes poetas de talleres
en el corazón rural de América.
Ustedes, los Ezra Pound de casas rotas.
Todos ustedes poetas excéntricos, alucinados,
poetas de hormigón armado,
poetas cunnilinguales.
Todos ustedes poetas de baños públicos
gruñendo por los grafitis.
Todos ustedes hamacándose en el metro,
jamás en abedules.
Ustedes, los maestros del haikú de aserradero
en la Siberias norteamericanas.
Ustedes, irrealistas sin visión.
Ustedes, superrealistas del autoocultamiento.
Ustedes los visionarios de dormitorio,
agitadores de armario.
Todos ustedes, poetas Groucho-marxistas,
camaradas de la clase acomodada
que se pasan acostados todo el día
hablando de la clase trabajadora proletaria.
Ustedes, anarquistas católicos de la poesía.
Ustedes, montañistas de Black Mountain de la poesía.
Ustedes, brahmanes bostonianos y Bolinas bucólicos.
Ustedes, madres sobreprotectoras de la poesía.
Ustedes, los hermanos zen de la poesía.
Ustedes, amantes suicidas de la poesía.
Ustedes, profesores melenudos de la poesía.
Ustedes, críticos de poesía
que beben la sangre del poeta.
Ustedes, policías de la poesía...
Dónde están los hijos salvajes de Whitman,
dónde las grandes voces haciéndose oír
con ese sentimiento de dulzura y sublimidad,
dónde la nueva gran visión,
la nueva gran visión del mundo,
la gran canción profética
de la inmensa Tierra
y de todo lo que en ella canta...
Poetas, bajen
a las calles del mundo una vez más
y abran sus ojos y sus mentes
con el antiguo regocijo visual.
Aclaren la voz y hablen firmemente:
La poesía ha muerto, larga vida a la poesía
de ojos terrible y fortaleza de búfalo.
No esperen la Revolución
o sucederá sin ustedes.
Dejen de tartamudear y hablen claro
con una nueva poesía abierta,
con una nueva “superficie pública”
de sensualidad común,
con otros niveles subjetivos
u otros niveles subversivos,
con un diapasón en el oído interno
para golpear la superficie.
De nuestro propio dulce ser aún canten,
aunque pronuncien la palabra en masa.
La poesía es la encargada
de llevar al público a lugares más elevados
de los que puedan llevarlos
otros medios de transporte.
La poesía aún desciende de los cielos
a nuestras calles todavía abiertas.
No se han levantado aún las barricadas
y las calles todavía se animan con rostros
de hombres y mujeres adorables caminando por ahí.
Aún existen criaturas adorables en todas partes
y en los ojos de todos el secreto de todo
aún sigue enterrado.
Los hijos salvajes de Whitman aún duermen ahí.
Despierten, caminen, canten al aire libre.
en Poesía beat (Antología), 2006
Originalmente publicado en Who are we now?, 1976


(Fuente: Descontexto)



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