VACIAR LA PAPELERA
Imagina que vas al mar y tiene polilla
coges un balde de agua y está llena de agujeros
los cangrejos taladrados
los peces ametrallados
las olas sin cuajar, hechas jirones,
la olas rotas.
Piensa por un momento en el aire que respiras
con el polvo de tus cosas
el aroma de tus guisos
el perfume de tus frascos regalados
tu propio sudor, que te rodea
y es carnet de identidad
en el hocico de tu perro.
Calcula lo que cuesta tu vida, su valor de mercado,
cuánto darían por ti si te abren en canal
si te venden en filetes y trocean tus huesos
para el cocido, si te hacen carne picada,
si ponen tu cabeza en una fuente con patatas,
y calcula luego la diferencia
entre un abrazo, la piel contra la piel
y 49.277, por ejemplo.
Saca ahora la lengua, toca el yeso
el mortero y el ladrillo,
el sabor que tiene tu casa
la huella de tus pasos
los caminos sonámbulos de las noches
los rayos de sol que trazan los días
el eco de tus voces, de tus enfados,
las lágrimas que cayeron
entre las juntas oscuras de las baldosas.
Imagina que miras al cielo, de noche,
y una corporación ha comprado las estrellas
y las ha desordenado
y ves el anuncio de una inmobiliaria
de una marca de condones
de la oferta de la semana
del precio global del chóped
y en el mismo cinturón de Orión
brillando fulgurante
la cotización del Ibex 35.
Solo nos queda eso, la imaginación
para anticipar la desgracia
espaldas para cargar mentiras
promesas de calderilla
esperanzas de paja
la certeza de que alguien se gastará tu vida
en putas y cocaína por la gracia de la Oferta
y la graciosa de la Demanda.
Ya no quedan apenas humanos
nos estamos extinguiendo
tiramos las casas con sus recuerdos
para hacer carreteras que llevan
más rápido a ninguna parte,
pero no aprendemos nada
solo técnicas de demolición
sistemas de riego para los campos de golf
y espuelas para nuestros costados
ensangrentados.
¡Buenos tiempos para la hípica!
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