domingo, 12 de junio de 2022

Barbara Korun (Liubliana, Eslovenia, 1963)

 

cuatro poemas












 

Tengo dos animales


Tengo dos animales.
Uno rojo y otro azul.
Cuando el azul bebe, el rojo
corre.
Y al revés.
Nunca los puedo atrapar,
indecisa entre el que reposa y el que corre.

Lanzaré un pensamiento
como cebo,
lejos, muy lejos a la llanura.
No lo notarán,
con sus hocicos olfateando el infinito.
Me acostaré sobre la hierba
cerca de la fuente y
me dormiré.
La luna me cubrirá.

A la mañana,
con los primeros rayos horizontales,
vendrán los dos.
Cansados, sudorosos, con espuma en los hocicos.
Entonces
juntos
beberemos agua.

~
 

El lobo



y me es ajeno, ajeno, éste que es un lobo y carcome mi cuerpo desde abajo, mete su morro en todos los agujeros y lame, es extraño, tan extraño, me escondo, me contraigo en mi cuerpo, me escapo a mi cabeza, a otro lugar, fuera, temo sentir eso, temo sentir mi cuerpo, temo sentir su cuerpo, y él me carcome aún más, su morro es un hocico, tiene dientes afilados y me devora, me devora como una comida suave y jugosa, arranca, se mete entre mis piernas, con la lengua, la nariz, la barbilla, las zarpas, el pelo, con el mazo, cuando logra desprenderse del dulce manjar, y lo clava hasta la raíz, y más y más y otra vez, en este cuerpo que ya no es mío, pura violencia que permito, no me defiendo, pero tampoco me dejo arrastrar, estoy floja, me mueve como a un títere, y pienso, así son estas cosas, él es hombre y yo soy mujer, está bien, así se hacen estas cosas, él me hace más y sutil, sólo una fina membrana, una fina pielcita me separa de, y entonces se abre el paraíso en mi cabeza, el paraíso en mi cuerpo, el paraíso, no, no aquel del cuerpo; sigue hundiéndose en mí, me empuja, me desgarra, se mete, busca, busca, pero yo me siento llena, completa, clara y tranquila, tan llena de un líquido puro que me da lo mismo qué pasa conmigo, me daría lo mismo si corriera sangre, no siento ni dolor ni placer, pero a la vez sé que todo va a estar bien, no confío en el lobo, pero todo va a estar bien, esta fuerza que hay en mí es más fuerte que él, lo transforma, lo cicatriza, me cicatriza, cicatriza la herida.

~

La montaña a Sísifo


Haces rodar una roca
a través de mis sueños
mi cuerpo
gime dormido
haces rodar
mi corazón
tus ojos son
dos hendijas de oscuridad
bajo la cima
hay siempre
una sorpresa
para mí
pero tú
te lanzas tras la roca
como un animal
con el cuerpo
feliz de estar en movimiento
cuando te doy alcance
estás jadeando
por el esfuerzo, feliz

Haces rodar una roca
a través de mis sueños
en mis entrañas resuenan
tus pasos terribles

~
 

La mujer de Noé habla consigo misma



Hace días, años estoy acurrucada acá, en el entrepuente.
Descendí por compasión hacia los animales que gemían.
Acá está oscuro, húmedo, con olor a encierro.
Hay un hedor insoportable.
Los cocodrilos abren sus dentadas fauces,
las serpientes sisean, los leones rugen hambrientos,
y todo lo sobrevuela el inquieto pataleo
del poder de los elefantes.

Al principio tenía miedo a la oscuridad y a los sonidos,
al hormigueo incomprensible de seres que no veía,
que apenas sospechaba -arañas, ratones,
ciempiés, escorpiones.
Sea grande o pequeño, todo se mueve a un compás
monstruosamente armonioso,
como en un agua invisible,
oscura e irracional.
Me convertí en uno de ellos,
percibí nuestro latido común,
cálido, húmedo, con olor a encierro.

40 días, 40 años.
Hemos envejecido, nos hemos tranquilizado
en nuestra tristeza, en nuestra hambre.
Aquí abajo no hay dios.
Al abrigo de los vapores esperamos el rostro barbado
de alguien que cumple mandatos divinos.

Oigo un ruido:
Noé está soltando a los animales a tierra firme.
Apoyo mi rostro contra la hendidura de la puerta
y la luz, que ya había olvidado, me empapa.

Cuando mi marido, que ya se olvidó de mí, abra la puerta,
se abalanzará contra su pecho lleno de viento y sol
una manada de animales-
un cuerpo de múltiples colas y miles de ojos brillantes
que se mueve a la menor sospecha. Yo -la primera.

***

 


Versiones de Harold Alvarado Tenorio
Fotografía de Šimen Zupančič
Arquitrave (Segunda época, nº 56, agosto-octubre de 2014, Colombia).
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

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