DE: EN LA INFANCIA SUICIDA DE VERÓNICA QUÉ
Día 9.425
I.
Súbitamente se produce la tragedia, como un tropezón
en un desierto de agua. Descubrí que no existen los
Reyes Magos ni la Poesía. Cualquier dolor se aloja más
allá de los sentidos. Por eso la vida es cómica, y busca-
mos las razones en los libros o en las piedras.
Nadie sabe por qué no lo sabemos.
Andar descalza, en cambio, es un paraíso que se vierte
debajo de las costras. Y así poder oler el cielo que sos-
tiene el mundo.
Pero hay semillas cojas en la tierra. Se vuelan mis mi-
nutos y m i piel se queda muda, tiritando, queriendo
desplegarse como la lengua de un anfibio.
Hay una palabra que se dice sola y es la que no encuen-
tro. Es como buscar asiento en hora punta. Querer
salir de todos y coserme a un árbol por el tronco. Y ver
cómo la gente pasa sin mirarme.
II.
Amar es un intento inacabable. Por eso siempre duele
tanto. El dolor es la conciencia del amor. El amor es la
conciencia de la muerte. He de contaros ciertas cosas.
(Todo ser consciente es una tumba)
El amor es la conciencia de la muerte.
En un instante solo
se desata la tragedia,
en medio del tedio satírico,
monótona burlesca negra
vida.
Una broma ácida
de un dios imaginado
por la tierra.
Eso es existir.
El odio es la conciencia de la muerte.
***
La infancia suicida de Verónica Qué
Ártese quien pueda
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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