Al niño que vende berros
No tiene padres, claro... Lo sé por tu indecisa
manera de mirar. Lo sé por tu camisa.
Eres pequeño y grande detrás de la canasta.
Respetas los gorriones. Un centavo te basta.
La gente va vestida por adentro de hierro.
No te oyen... Has gritado dos o tres veces: ¡berro!
Pasan indiferentes con bultos y sombrillas,
en pantalones nuevos y en blusas amarillas;
caminan presurosos hacia el Banco y el tedio
o hacia el atardecer por la Calle del Medio.
Y tú no estás vendiendo: tú juegas a vender;
y aunque jamás jugaste te sale sin querer.
Pero no te me acerques; no, niño, no me hables.
No quiero ver el sitio de tus alas probables.
Te encontré esta mañana al doblar de la Audiencia,
y ¡qué golpe me ha dado tu infeliz inocencia!
Mi corazón que era un poco de ilusión
ya es como berro mustio, como no corazón.
incluido en Poetas latinoamericanas. Antología crítica (Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle, Colombia, 2009, selecc. de Carmiña Navia Velasco).
(Fuente: Asamblea de palabras)
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