PUESTA DE SOL
Solo se yerguen en los campos de Castilla, apuntando al cielo, los cementerios, la verticalidad del ciprés y de la cruz. Cómo no se ha de morir un mundo ya todo horizontal.
NUESTROS ERAN LOS BOSQUES
Al atardecer ya éramos otros los que transitaban el sendero de antes. Fue aquel pueblo isla primera que abarcamos con los pies y con las dudas, tras haberla sentido tanto territorio hostil. Extraviamos en el monte a las abuelas, porque la libertad era perder las horas vagando solos, mientras tardos y seguros como quejigo frente al aire, roble, nos enderezábamos Se burlaban de nosotros aquellos que amanecían entre osos pardos. Pero estábamos aprendiendo a enfrentar al animal que ladraba y respetaba el refugio donde moría una niña; en nosotros estaban creciendo también los bosques. Donde el ganado abreva hemos jugado, nos hemos regado con su saliva; hemos visto a los perros engancharse. En el verano del noventa y ocho empezamos a soñar los besos que aún tardaríamos en dar, mientras entreteníamos la boca estallando higos, y en ese gesto sensual estaban las primeras ascuas de las brasas. Los labios manchados de moras delataban al ladrón de zarzas, al que había tenido que herirse para morder: ahora existía el cuerpo. No podría repetir ninguna de las frases de aquel estío, pero sé que renunciamos entonces a las señas del campamento, esperando descubrir las palabras que nos abrieran otras puertas.
Los poemas seleccionados pertenece al poemario “Autobús de Fermoselle” (poesía Hiperión)
(Fuente: Aire nuestro)
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