Los brazos abiertos de Perón te daban miedo.
Después, en la casa paterna,
todos simulábamos historias inverosímiles
mientras alguien se volvía loco en el televisor.
Ése fue el comienzo de la caída
de los pequeños dioses
y mi caída fue desnudarte por completo
y no perdonar un centímetro de tu cuerpo
o dormir
como disolviéndonos en la misma vieja historia
que nos sabíamos de memoria.
Un día, después de mucho llanto
y rechinar de dientes
ignorando la coca cola sobre la falda
y el semen sobre el césped
los brazos abiertos de Perón ya no te dieron miedo.
Entonces me sentí un Jesús en el Paraíso
(miel de hijo chorreando por mi barba)
El cuchillo del Gran Viejo partió en dos el día
y algunos nos quedamos
con la mitad de la noche
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en “Grupo Onofrio de Poesía Descarnada”, Crisol, Buenos Aires, 1978; edición ampliada, Ediciones En Danza, Buenos Aires, 2007.
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