PRIMERA MUERTE
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Nos mojábamos los pies
en el agüita de una laguna tan mansa
asomando desde el fondo sin fondo
desde donde todo nace vivo y roto.
Estábamos ahí hasta el atardecer
cuando el aire se volvía Oro
y las primeras estrellas -su desmesura-,
nos hacían pensar que el mundo
no estaba hecho todavía.
Más tarde volvíamos a Las Casas
cargando un peso excesivo sobre los hombros;
quizás por aquel entonces ya intuíamos
como una piedra en el zapato
o un duro día de trabajo
que el después estaba hecho de mañanas
y mañanas...
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