Canción
La escucho venir poniendo el oído a una flor
mientras mi corazón se va colmando en silencio
con pájaros de veinte años, en estas tardes de luna,
la misma luna que hace subir las mareas del amor.
Un aire dorado le mana y su cuerpo ya sin vuelo
como un vaso solitario que el frío hiciera vibrar;
la luz del atardecer se filtra por su cuerpo
y se pierde entre pedazos de cielo y de su destino.
Con un sigilo de párpados, congela sus suspiros,
fascinada, cerradura de luz tiene su sueño,
en la tristeza inmóvil, usa un ruiseñor por lámpara,
da su lloro a la corriente de aire que balancea el día.
Sirenas de su secta, arrastran el leve olvido
junto con el vecino invierno de blancos dientes,
¡ah! mi enamorada en la profundidad del frío
respira con ese aliento fijo de las estatuas.
en Vigilia por dentro, 1931
(Fuente: Descontexto)
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