miércoles, 20 de julio de 2022

Branko Miljkovic (Nis, Yugoslavia, 1934-Zagreg, actual Croacia, 1961)

 

LA CRÍTICA DE LA METÁFORA 

 

Al decir apenas dos palabras, se tocan
Y se evaporan en un significado desconocido
Que no tiene nada que ver con ellas
Porque en la cabeza hay solo una palabra
Y un poema se escribe solamente
Para que esta palabra no se diga
Así las palabras enseñan una a otra
Así las palabras incitan al mal una a otra
Y un poema es una serie de palabras cegadas
Pero su amor es evidente
Ellas viven a cuenta de tu comodidad
Son siempre más bellas cuando eres más impotente
Y cuando agotas todas tus fuerzas cuando te mueres
La gente dice: Dios, qué poemas escribió
Y nadie sospecha de la palabra que no dijiste. 
 
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trad. del serbio de Lili Popovic, en elaleph.com.
 
 
 
 
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"La palabra que no llegaste a decir" (en revista “Ñ”, 25-5-2003),
por Branko Andjic
"[el poeta serbio] Branko Miljkovic se suicidó a los 27 años. Y eso fue el inicio de un mito que todavía perdura y crece, llevando su fama en los Balcanes a la altura de la que merecen poetas como Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik en sus respectivos países. Pocos hechos memorables dejó su vida breve, salvo su poesía recogida en libros como 'La despierto en vano' (1957), 'Con la muerte contra la muerte' (1959), 'El origen de la esperanza' (1960), 'El fuego y la nada' (1960).
Con Miljkovic culmina un gran siglo de poetas serbios que —partiendo de la tradición simbolista— comenzó con el movimiento "la Moderna", obsesionado por la perfección estética y representada por poetas como Dis o Crnjanski. Le siguió un regreso hacia el surrealismo que duró hasta los años 50, dominados por algunos de los poetas más populares del siglo como Maksimovic, Popa, Pavlovic. Tras ellos surge la serie de los poetas cultos y educados (llamados neo-simbolistas y neo-clasicistas), cuyo mejor representante es Branko Miljkovic.
Muchos resaltaron la obsesión de Miljkovic por lograr la plenitud metafísica, un deseo que lo conduciría a la oscura sensación de estar excluido de todo. Era un artista ávido de la vida en el sentido filosófico, intelectual, convencido de que a la perfección se llega con la fuerza de la mente, no del corazón. A pesar de eso, quedó en la memoria popular casi como parte de una tradición colectiva, y no por eso es menos venerado por la crítica literaria. Sus versos aparecen hoy en día en forma de grafitti en las paredes de las ciudades serbias como los granos de la sabiduría popular.
En círculos académicos, se lo considera el mejor representante de la poesía neosimbolista serbia de los años sesenta del siglo XX, un renovador de la poesía reflexiva (a menudo en forma de soneto) que utiliza los símbolos del pasado nacional, pero también los de la tradición antigua de la filosofía griega. Excelente versificador que rechaza la poesía subjetiva tradicional: 'No hay gran poesía sin una forma precisa y bien elaborada'. El decía que quiso vivir como Rimbaud y escribir como Mallarmé. Quizá de esta combinación provenga su enorme popularidad."
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

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