viernes, 8 de abril de 2022

Ariel Dorfman (Buenos Aires, 1942)

 

primer prólogo: traducción simultánea 

 













 
 
 
 
No soy tan diferente de los intérpretes 
detrás de sus ventanas de vidrios 
en las interminables conferencias de lo internacional 
traduciendo lo que el campesino de Talca 
recuenta sobre las torturas 
repitiendo en inglés que lo pusieron sobre el catre 
poniendo en el francés más fino y delicado 
que la electricidad produce efectos durables y transmisibles
encontrando el equivalente exacto para violación por perros 
pau d'arara insultaba a mis verdugos 
encontrando un lenguaje escueto y conveniente 
para aquello que se siente —perdonen la rima y el ritmo—
cuando la muralla está detrás de las espaldas
y el capitán comienza a decir la palabra fuego, 
tratando de sacar el melodrama de las frases 
tratando de comunicar la esencia y la emoción 
sin entregarse a la corriente oscura y pegajosa 
de lo que pronuncian en realidad 
torturaban a mi hijo en la otra pieza 
al compañero nos lo trajeron derrumbado 
a la compañera le metieron ratas es la pura verdad. 
No tan diferente de ellos 
con sus voces sus diccionarios sus anotaciones su cultura su retorno a casa 
en Ginebra en Nueva York en la Haya, 
un intermediario, ni siquiera un puente, 
traducción simultánea para recibir un buen sueldo 
porque somos especialistas 
y lo único verdaderamente increíble es que a pesar de nosotros
a pesar de mi río de interpretaciones y giros lingüísticos 
algo se comunica 
una porción del aullido 
un matorral de sangre 
unas lágrimas imposibles 
la humanidad algo ha escuchado 
y se emociona.

***

 

(Fuente: La comparecencia infinita)


 

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