Día1
Soy el perro extraviado
por convicción, y odio la poesía.
Odio la forma
de jugar con palabras
y transformarlas en revoltijo de tripas.
Odio los ojos de quien la lee
porque dan
oportunidades inmerecidas.
¿Me preguntas
por qué la escribo? Porque
al caer sobre la piedra, segundos antes
de azotar mi cráneo me propuso el trato.
“Durante un mes: escribe un poema diario
así no morirás sobre mis caídos pechos
que hunden marineros en el desierto”.
Y acá estoy, cumpliendo promesas
atado a la vida.
(El perro que habla)
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