LENGUA
Silencio en la orilla. Semejante a un vibrante
movimiento bajo el agua, un enorme verbo.
Interacciones, intercambio incesante entre
palabras llenas y vacías para nuevos tiempos,
puntos de vista, nuevas dimensiones.
Aragon me enseñó a ver los verbos como algo
fundamentalmente móvil en el tiempo que, como
el espacio, hacen mayor su exterior para poder
respirar; y los verbos espaciales parecen danzar,
se escriben a sí mismos más allá de la longitud de
todas las lenguas del mundo, y con el tiempo se
vuelven más dulces y más sutiles, como cuerpos
que aman ser comprendidos. Las guerras del
hombre no son dulces. El fin del silencio en la
orilla. Las voces que sollozan desde antaño. Las gaviotas.
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en “Prometeo”, nº 62-63, junio de 2002. Trad. del danés,Vicente Selles y Eduard Aguilar.
(Fuente: Jonio González)
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