Has girado la cámara
y ahora compartes tu selfie
mientras el padre anciano
agoniza a solas
al fondo de la casa.
Escucha cómo enloquecen las abejas
se extenúan intentando fabricar
panales en témpanos.
También los pájaros
las ballenas
tus hijos deambulando al amanecer
por avenidas electrónicas
sin norte
sin cobertura.
Sin tierra suficiente
para enterrarte.
Invertí la cámara y me vi muerta
con la ciudad de fondo.
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La resistencia:
trepar al último árbol
recordar cómo era el cielo
guardar semillas
hasta tiempos mejores.
Tomo un puñado de semillas
subo con mis hijos a la última acacia
intentamos recordar cómo era el cielo
antes de las estelas blancas.
Dejamos que nuestros pies se hundan
en la tierra ilesa
de alguna infancia.
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Mientras librábamos batallitas en el significante
ellos ingresaban en la semilla
nos hacían repetir diversidad
mientras iban eliminando escrupulosamente
las huellas dactilares
las marcas de agua
la historia
y creaban una patente
para el árbol de la infancia.
Algo no quiere morir
todavía.
Huérfanos de árbol, de símbolos,
de casa
sin plegarias
bajo un cielo usurpado.
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Saludo a mis ancestros
les pido que no nos dejen solos
en esta falsa geometría
que acelera el corazón de las abejas
y desfigura al panal.
Abrázate al último árbol
y míralo de cerca no es una construcción
cultural su corteza.
Lo que lloran las estatuas
lo que sangran los hexágonos
lo que hace arrancarte el fruto del vientre
y usurpa al cielo
para abonar los frutos del caos.
Haber visto
y seguir
como si no pasara nada.
En Manca terra
La Garúa poesía
(Fuente: Papeles de Pablo Müller)
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