El misionero
(Fragmentos)
1
De compasivos canes
escoltado,
Sobre un bloque de
piedra de la vía,
Zozobrante,
vencido, en agonía,
Un Siervo del Señor
cayó postrado.
Cual desgranada,
mísera mazorca
Que saltó del
maizal en el camino,
Parecía más bien,
el Peregrino,
Desecho deleznable
de la horca.
Y era desecho
mismo. La tonsura
No inmuniza del
dolo y los pesares:
Del sagrado mantel
de los altares
Se desprende,
también, polvo y basura.
(...)
Y allí, con su
sayal hecho jirones
Y apoyando en un
can la flaca diestra,
Aquel Fraile de
Dios era la muestra
De cómo trata Dios
los corazones.
3
Cual pudiera un
bohemio, el Franciscano
Se puso a platicar
con su jauría...
¡No caemos del
todo, sino el día
Que cuando pasa un
can, pasa un hermano!
¡El ser hombre es
gemir, magüer los nombres
Con que tu pobre
condición revistes;
Y por eso las
bestias, que son tristes,
Cuando sospechan un
dolor, son hombres!
Y yendo, sin
querer, al punto fijo,
Como quien sus
heridas palpa y frota,
Destilando su hiel,
gota por gota,
A sus perros y a
Dios, el Fraile dijo...
¡Dijo con tal
verdad, que desde entonces
Pienso que las
protestas de los viles
Deben ser
perpetuadas con buriles
En duras piedras y
en solemnes bronces!
4
“En este bajo,
relativo suelo,
También para ser
santo hay que ser listo;
No basta ir a una
cruz para ir a Cristo,
Ni basta la bondad
para el ir al Cielo.
“La misma compasión
requiere astucia
Para sellar con
gloria su cruzada,
Si no quiere,
después, ser arrojada
Sucia y hedionda,
como venda sucia.
“Los sicarios del
Bien han de ser yermos,
Duros, como
filósofos estoicos:
Los médicos más
nobles, más heroicos,
No lamen el sudor
de sus enfermos.
“La luz no triunfa,
el Ideal no medra,
Sin un cierto brutal
extorsionismo:
Como un César sin
ley, el pastor mismo
Gobierna con su
palo y con su piedra.
(...)
“Inhumano,
inconcreto, el Sacerdote
Ame a Dios, sólo en
Dios, y no en ninguno;
Y si al triunfo de
Dios es oportuno...
¡Bese con la
traición del Iscariote!”
(...)
5
Y siguió, con
apóstrofes más duros,
Y hablando a todos,
pues hablaba solo:
“Más fría que los
témpanos del polo
Tiene que ser el
alma de los puros.
“Virtud es solidez,
feroz arraigo
Que ninguna potencia
desarraiga
Y el puro ha de
decir: caiga quien caiga,
Yo me quedo en mi
torre... ¡y no me caigo!
“Con Amor, nada
más, nadie resiste
La sugestión de una
conciencia en ruina:
Vale más inyectarse
de morfina
Que de una sola
lágrima del triste.
(...)
“Nadie podrá decir:
yo soy el Pleno,
Yo soy el Intachado
de seguro;
Pues el que quiera
conservarse puro,
Muchas veces tendrá
que no ser bueno.
“Hay entre la
Equidad y la Justicia
Nada más que una
feble sutileza...
¡Y entre la Caridad
y la pureza,
Un abismo, sin
fondo, de inmundicia!”
Calló el Apóstol, y
en su adusto ceño,
Como en un tronco
escuálido de otoño,
Se sospechaba el
cárdeno retoño
De un deleitable,
de un nefando sueño.
6
Mas, levantando el
sórdido capucho,
Toca de su
radiante, calva testa,
Dijo con voz de
llanto y de protesta:
“Yo soy el
miserable que amó mucho.
“Soy el que puso
paz en la discordia,
Pan en el hambre,
alivio en las prisiones,
Y en la obsesión
tenaz, más que razones,
Puso sin razonar,
misericordia.
“Yo derramé, con
delicadas artes,
Sobre cada reptil
una caricia:
No creí necesaria
la Justicia
Cuando reina el
Dolor por todas partes.
“Con sublime,
suprema Democracia,
Cualquier hombre
fue hombre en mi presencia;
No dividí jamás en
mi conciencia,
Cual un escriba
infame, la Desgracia.
“Yo miré con
espanto al miserable,
Con el espanto del
Caín primero,
Cual si yo –¡pobre
sombra, todo entero!–
Fuese de su miseria
responsable.
“Yo entendí que los
éxitos ultrajan
La equidad del
Señor y de sus dones;
Pues por un
triunfador hay mil millones
Que más abajo de sí
mismos bajan.
“Yo repudié al
feliz, al potentado,
Al honesto, al
armónico y al fuerte...
¡Porque pensé que
les tocó la suerte
Como a cualquier tahúr afortunado!
(*) Pedro B. Palacios
(Fuente: Los poetas no van al cielo)
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