CREDO
Siempre he sido persona de principios.
Devota de la vida y del paisaje,
amante del amor y la amistad,
De religión profeso lo aprendido:
... en la vida
Creo en la vida: miel entre mis manos,
y por eso quisiera yo ofrecerla
a la tierra desnuda, a los almendros
de invierno, y a las rosas deshojadas.
Creo en vivirme entera: de la piel
a los huesos, del alma al corazón
y de tanta ternura que me habita
en los años escritos en mi sangre.
Soy devota del beso y del abrazo,
amante del amor y la amistad,
y ferviente idealista de los mundos
con mil guerras de paz.
Creo en la vida,
creo en mi vida y creo en esta vida...
y no me cansaré de repetirlo.
... en el paisaje
Creo en las nubes que se marchan siempre
dejando un rastro blanco de nostalgia,
en la lluvia tristísima de invierno
que dibuja horizontes solitarios.
Creo en la niebla que resbala al alma
cuando empieza a morir la oscuridad,
y en las gotas menudas de rocío
que deshacen las hojas de los árboles.
Creo en las amplias tardes de verano
que se derraman lentas por los montes,
y en el brote inicial de primavera
que emerge de la tierra y de las aguas.
Creo en el suspirar de este paisaje
que se extiende amarillo por mi vida,
y envuelve su raíz a mi memoria.
... en la amistad
Amigos que creéis en mi voz...
sabed que yo también creo en vosotros:
en la forma dulcísima de hablarme,
y dar abrigo a mi dolor sombrío.
Amigos que escucháis mis palabras...
sabed que desde aquí oigo la vuestra
–música para el alma– más allá
del tiempo del abrazo y los encuentros...
porque nuestra amistad no se termina.
Amigos que abrigáis mi poema...
sabed que todos sois de mis estrofas,
de cada letra escrita en el papel...
de todas las maneras de sentir.
Amigos todos –luz del corazón–
sabed, que yo también creo en vosotros.
... en el amor
Creo en el amor. Creo en el amor.
Y lo digo dos veces y muy alto,
porque es la religión de los poetas
el creer que el amor es un milagro.
Creo en tus ojos –oración de mi alma–
en el refugio dulce de tus manos,
y en la noche que marcha hacia nosotros
palpitando en la piel como un relámpago.
Y creo en la plegaria convertida
en una forma nueva de abrazarnos,
en el silencio compartido... siempre,
cuando tiembla la lluvia entre los labios.
(Fuente: Emma Gunst)
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