miércoles, 28 de octubre de 2020

Ana Pérez Cañamares (Tenerife, España, 1968)

 

 

Para Cristina Morano

 

 

Las gatas buscan atalayas

desde las que contemplar el mundo.

 

Ellas dormitan sabiéndose a salvo;

yo me amurallo tras un libro.

 

Dice el poeta Rigo que la última

coraza es la lealtad.

 

Las hembras nos correspondemos:

el mundo es un peligro a nuestra disposición.

 

 

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Tuvimos muchos hijos la intensidad y yo.

 

Los llamamos errores.

Ahora me siguen como niños en la calle.

 

Adóptanos, lloran. Danos tus apellidos.

Reconócenos. No nos abandones.

 

Y yo les digo: ¿no hicisteis vosotros

también daño? ¿No me desgarrasteis

al salir? ¿No me alejasteis de la inocencia?

 

Nos gritamos de una acera a otra.

Desde el pasado llegan multitudes a observarnos.

 

 

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A mi madre le enseñaron

 

el más triste aprendizaje:

sentirse culpable

de su alegría.

 

Con su letra esforzada

ella copiaba las penas

diez veces, cien veces, mil.

La risa era un borrón

en el cuaderno.

 

Madre, en este caso honrarte

será desaprenderte:

cantaré siempre a dos voces.

 

 

 


En Será ser mujer

 

               Planeta Clandestino #220

 

               (Fuente: Papeles de Pablo Müller)

 

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