“Lego a la humanidad todo el caudal de mi amargura. Para los ricos sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida. Para los pobres, por cobardes, mi desprecio, porque no se alzan y lo toman todo en un arranque de suprema justicia. ¡Miserables esclavos de una iglesia que les predica resignación y de un gobierno que les pide sumisión, sin darles nada a cambio!
No creí en nadie. No respeté a nadie. ¿Por que? Porque nadie creyó en mí, porque nadie me respetó a mí. Solamente los tontos y los enamorados se entregan sin condición.
¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!
¡Que farsa más ridícula! A la libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; La igualdad la destruyen con el dinero, y la Fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo.
Esclavo miserable, si todavía alientas alguna esperanza, no te pares a escuchar la voz de los apóstoles: su ideal es subir y permanecer en lo alto, aun aplastando tu cabeza. Si Jesús no quiso renunciar a ser Dios, ¿que puedes esperar de los hombres".
En La vida inútil de Pito Pérez
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