sábado, 23 de marzo de 2024

Ricardo Ibarlucía (Buenos Aires, 1961)

 

DE VLIEGENDE HOLLANDER *


                                para Jan de Jager
 
 
 
Tomó el 60 en el Club Tigre
y se bajó en Zoetermeer, un pueblito heroico en el sur de Holanda
entumecido por la modorra de una laguna seca
 
No percibió ninguna diferencia con el Delta
 
Cuando partió era célibe
En el camino enviudó, parió tres hijos, fue acusado de brujo
y condenado a muerte
Pero otro lo reemplazó en la guillotina 
 
Enseñó inglés, francés, alemán, italiano, latín, griego clásico a chicos sordomudos
gerenció una casa de cambio
una ruleta clandestina y un prostíbulo al fondo de una biblioteca 
 
Así pasaron los siglos
Un día, durante la Ocupación,
arriesgó su vida para venir a verme a París con un pasaporte falso
 
En una fonda de la rue Clavel
compartimos un couscous y varias garrafas de la sangre de Cristo
en la amigable compañía de oficiales de la Gestapo
 
Daré la vuelta al mundo siete veces, dijo aquella noche
y fundaré un imperio más allá de la poesía
 
Para probarlo
extendió sobre la mesa con cuidado
su cartografía de naufragios y buques fantasma 
 
Aquí, repitió, señalando una isla en la desembocadura del Éufrates,
aquí juré, de cara a la tormenta,
que no daría marcha atrás hasta haber doblado el cabo
de Buena Esperanza
 
 
(*)  El holandés errante

No hay comentarios:

Publicar un comentario