EL ORIGEN DE LA SABIDURÍA
Aquí llegamos, aquí no veníamos
José Lezama Lima
He vuelto desde un sitio en el que nunca estuve. Traigo la memoria de los hombres que me acompañaron. El Amedrentado, el Miedoso, me propuso como líder de la caravana. Todos se empeñaron en seguir mi huella por la arena, pero yo no era nadie, desconocía el mapa de las rutas. Me dieron la palabra y hablé. Como no tenía destino mi discurso era proliferante y difuso. Los que me eligieron alababan mis palabras como el origen de la sabiduría. Pasé cerca de los mejores oasis: sólo yo fui incapaz de descubrirlos. Los que me seguían aplaudieron mi torpeza. Sin saberlo, llegué al borde del desierto, al origen de las Tierras Verdes. El Cobarde, el que se escondía a mis espaldas, supo que él, y no yo ni algún otro, había nacido para rey, y se hizo construir un palacio donde se reúnen, y hacen fiestas, y se ríen de mis antiguos discursos. Ahora intento salvar el jardín del avance incontenible del desierto, no para conservar las Tierras Verdes sino para que no vuelvan a elegirme; para no guiar las nuevas caravanas.
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ODISEO
No puedo asegurar si estoy partiendo
o si he llegado al fin donde quería.
El olor de la tierra es familiar,
no me resulta extraño el árbol,
ni la garganta migratoria de los pájaros.
Los espejos de agua
me devuelven un rostro indescifrable.
¿Alguien me vio partir?
¿Alguien me espera?
En la memoria del porvenir
yo seré el que regresa,
y en la piel, junto al salitre
y ciertas mordeduras incurables,
tendré tatuado el ruido de la sombra
y el silencio que dejan las batallas.
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CARA O CRUZ
He aquí la moneda. Brilla en mi mano su rostro de metal. Como sólo ese lado ofrezco al mundo, los otros creen, o fingen creer, que ese raro relieve inexpresivo es toda la moneda, y mientras siga con la mano abierta, mientras la luz dependa de mi mano, mientras un golpe no desarme el brazo y revele la cruz, yo seré el portador, y lo que piense o diga, ha de ser la verdad antes del verbo. El riesgo de este juego es que uno mismo llega a ignorar que la moneda existe, y que puede girar sobre sí misma, porque tiene un anverso y un reverso.
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UTOPÍA
Qué color puede tener mañana el día.
Estamos en verano,
si te detienes a pensar,
si juntas todas las horas de tu vida,
tal vez logres imaginar los olores del amanecer,
el canto de algún pájaro perdido,
los ojos del que va a tocar tu puerta.
Ningún día es igual y tú lo sabes,
pero quieres que mañana
y todos los mañanas de mañana
se parezcan a un día de hace tiempo,
quizá no todo el día, ni siquiera una hora,
sólo el minuto aquel, el segundo preciso,
en que pudiste ver, como en un sueño,
el azul intocable de esa Isla.
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EL DARDO Y LA MANZANA
Soy un hombre detenido
en la línea sin origen ni fin de una saeta.
Sin mí, sin la referencia que soy,
nadie hubiera encontrado el viento roto,
el paisaje escindido,
la huella aguda y misteriosa de la madera.
¿Dónde está el blanco que persigue la flecha?
¿Quién tensa el arco?
¿Qué mano laboriosa modeló este venablo?
El dardo es una excusa entre el veneno y la manzana
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(Fuente: La Parada Poética)
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