jueves, 22 de octubre de 2020

Marina Tapia Pérez (Valparaíso, Chile, 1975)

 

 

Razón del desembarco

 

   I

 

Estoy aquí, Granada, ante tus cielos amplios,

ansiosa,

seca,

náufraga.

He llegado.

Con mi atril-ataúd,

con las ceras que no arden,

y este ato de ropas vacías.

Hasta tu fortaleza de leones,

hasta el olor a almizcle y hierbabuena.

Voy por tus casas blancas,

desnuda, para asir

la luz que nos regalas cada día.

Escondo en las ranuras de tu muro

mi plegaria, el dolor

que creció como fruto.

Y abres

tu máquina de hacer atardeceres

a este perfil

deshecho en la avidez.

Ha sido necesario

bajar a tus baldosas,

librar esta batalla con la sombra,

para volver a mí

por tu camino.

 

 

   II

 

La vida es la que arrastra,

la vida

no me deja hacer planes,

deshace mis maletas,

ata piedras al helio que asciende.

Escúchala, que viene,

se parece a una audaz cuidadora de pollos,

al antojo, a un remedio

incapaz de curar.

Ha perdido mi norte en su bruma.

¡Ay! La vida

se disfraza de paso y me lanza a sus calles,

no me deja inclinarme al sosiego.

Firma cartas, parodia,

extravía mi ajuar

(esos versos que guardo al amor)

Fue la vida, no yo

la alquila a mi nombre

esta nueva ciudad.

 

 

   III

 

Él me mostró Granada entre la bruma,

me dijo, que la Alhambra,

domesticaba al sol si es necesario.

Él me buscó un refugio entre la piedra.

Y la luna de Lorca

de lejos tutelaba los enjambres.

Grité en el Sacromonte

con esa voz quebrada del gitano

y abrí, por fin, la jaula de mi risa.

Quédate en mí, Granada,

Acaso te complazca que me vuelva

alpiste, agua, fuente de unos versos.

Acaso,

mi corazón de agujas te remiende.

 

 

(Fuente: La poesía alcanza)

 

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