sábado, 2 de julio de 2022

William D. Snodgrass (Beaver Falls, Pensilvania, 1926 - Madison, New York, Estados Unidos, 2009)

 


La casa bajo llave, poesía estadounidense


Una casa bajo llave     




Mientras conducíamos de regreso, cruzando la colina, 
la casa aún 
oculta entre los árboles, yo siempre pensaba 
—un miedo de tonto— que podría haberse encendido 
en llamas, alguien podría haber penetrado. 
Como si las cosas debieran de ser 
demasiado buenas aquí. Aún, siempre la encontrábamos 
bien asegurada, sana y salva. 
  
Mencioné eso, una vez, a manera de chiste;
hablamos, sin lugar a dudas,
sobre lo absurdo
de temerle a la envidia de un dios arisco
de nuestra buena fortuna. Desde la granja
de al lado, nuestros vecinos no vieron que algún mal
llegara a las cosas que queríamos aquí.
¿Qué teníamos que temer?

Tal vez debí haber pensado: todas
esas cosas se pudren, caen
—graneros, casas, muebles.
Los dos somos más fuertes que lo que éramos
separados; hemos crecido
juntos. Todo lo que poseemos
puede arder; sabemos lo que cuenta —una idea
de ese estilo. Dijimos tanto.

Hemos visto a amigos llevados a la traición;
sintieron que el amor les vació
algún yo que necesitaban.
Habíamos dicho que el amor, como un brote, puede alimentarse
del odio que entregamos y disfrazamos;
nos advertimos. Que tú podrías despreciarme
—odiar todo lo que más amamos—
ninguno de los dos lo pudo haber adivinado.

La casa aún está en pie, con llave, como estuvo en pie
intocada unos buenos
dos años después de que partiste.
Algunas cosas se perdieron en el acuerdo;
algunas cosas se escabulleron. Suficiente ha quedado
para que yo vuelva algunas veces. El robo
y el vandalismo eran de nosotros.
Tal vez debimos haberlo sabido.


 

A Locked House 




As we drove back, crossing the hill,
The house still
Hidden in the trees, I always thought—
A fool’s fear—that it might have caught   
Fire, someone could have broken in.   
As if things must have been
Too good here. Still, we always found   
It locked tight, safe and sound.

I mentioned that, once, as a joke;   
No doubt we spoke
Of the absurdity
To fear some dour god’s jealousy   
Of our good fortune. From the farm   
Next door, our neighbors saw no harm   
Came to the things we cared for here.   
What did we have to fear?

Maybe I should have thought: all
Such things rot, fall—
Barns, houses, furniture.
We two are stronger than we were
Apart; we’ve grown
Together. Everything we own
Can burn; we know what counts—some such   
Idea. We said as much.

We’d watched friends driven to betray;   
Felt that love drained away
Some self they need.
We’d said love, like a growth, can feed   
On hate we turn in and disguise;
We warned ourselves. That you might despise   
Me—hate all we both loved best—
None of us ever guessed.

The house still stands, locked, as it stood   
Untouched a good
Two years after you went.
Some things passed in the settlement;   
Some things slipped away. Enough’s left   
That I come back sometimes. The theft   
And vandalism were our own.
Maybe we should have known.
 
 
Traducción: Juan Afanador y Santiago Ospina
Fuente: Otro páramo | Poetry Foundation 
Enlaces: Isliada | Poetas Siglo XXI
Imagen en New York Time
 
(Fuente: El Poeta Ocasional)




Traducción: Juan Afanador y Santiago Ospina
Fuente: Otro páramo | Poetry Foundation 
Enlaces: Isliada | Poetas Siglo XXI
Imagen en New York Time

 

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