El hierro y la herrumbre
A Jacques Baron
A mi paso el espacio grita y el sable de los minutos
aguza su filo de hueso sobre el moledor del tiempo
los perros de tormenta ladran en las correas
que engendran chispas y torneos de lanzas
la arena se desliza a lo largo de las escaleras de la sangre
cada peldaño es un portón ojival abierto de par en par
pasan las águilas que circulan a través del valle virgen de los huesos
un esqueleto rompe la cuerda Silencio Indicio de los labios
labios reventados que sangran en la cuna
infla la audacia de los sortilegios el juego de los anillos y de los desastres
tambor velado que el espectro de los siglos hace arder por la noche
la cerradura silba cuando yo hablo aunque lo haga en voz baja
la llave me invita al baile de las herrerías
sollozos prolongadísimos Cartago sobrenatural
las vigas frágiles quiebran el espacio
el sílex es un águila un vuelo sinuoso de exilio
sus alas son cuchillos que anclan en la tierra
un circuito mayúsculo pero que el fuego sabrá franquear
armadura de la evidencia
Sabéis perfectamente que quizá llore
si las ciervas marinas con ligereza de alcoba
mueren con el canto del órgano que arde bajo el mar
Gorgona melosa
aplaca el rigor y la hiel de los conflictos
la fiesta vespertina todavía dispara algunas finas osamentas encubridoras de delicias
como los armarios cotidianos donde se descomponen los cuerpos humanos
Una lámpara
un castillo que bosteza con todas sus rejas
un reino de batista enloquecida Dulce puntilla
las conjugaciones atraviesan la llanura arrastradas por fantasmas
balancean la llama triangular
y caen de golpe como la bandera del labrador
matanza original so capa de rayo
Oh sudor de cuaresma cansada
el sol desdorado devorador de hachazos
abandona la balsa del silencio
como 2 y 2 son 4
Él se inclina para rozar el pabellón de fulgores
el sextante negro de los pulpos
el crimen de los polos que han olvidado sus monumentos de hielo
como mis manos ignorantes olvidan las piedras que imprimieron en mis dos palmas
los planisferios de sangre y de hueso
lacayo de tedio
granizo de huesos caídos de las nubes
si el sol me hablara una sola vez al oído
subido sobre el escabel de la oreja
yo le tendería la cuerda tensa de las sensaciones táctiles
la percha alevosa de las miradas
se aburrirá entre mis dedos como una serpiente de llamas
serpiente que chorrea cabezas
y ha sufrido la putrefacción de los sollozos
Michel Leiris en La Révolution Surréaliste (nº 8, 1926), incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, selec. y trad. de Aldo Pellegrini).
(Fuente: Asamblea de palabras)
No hay comentarios:
Publicar un comentario