/ Trazos en fuga
epílogo
la patria tembló
susurraban los muertos
bajo túmulos de asfalto
uno
a uno
la estrecha mudez.
…
trazos en fuga
mientras todo dormía se apoderó de ella un extraño
desvelo. fueron los primeros bostezos luego del sosiego.
entre las ramas aparecieron: hurtados palpitantes limpios.
efímera geometría de sucesivas ausencias. jadean justo
antes de la incipiente luz. el sueño te obliga a abrir los
ojos. escuchaba raras palpitaciones que abrían rutas
insospechadas. en un momento de gracia advirtió cierto
sollozo. intentó traducir la vida naciente. la del otro. echó
mano a símbolos para descifrar el instante conjugado.
alucinando en lo impropio. confundida en la insondable
soledad yacente.
reconoció haber llegado. entendió que debía soltar.
abandonar. respirar hondo. dejarse acunar entre los
trazos en fuga. pendular en el contorno. como rayos
paralelos vagando en el afuera. el adentro. el no lugar.
…
el loco
yo anhelaba menos confusión. menos furia. sin embargo
la noche insistía con sus estribillos de metal. no era por
causa de las entrañas ni del pensamiento. sino del simple
horror de saberse.
creía en la necesidad de intentar la fuerza de la tierra. su
profunda honestidad. reparaba con obsesivo interés en
el recorrido del río. lo perseguí por cuarenta noches y
cuarenta días en su imparable camino. las aguas dulces
se desbordaron en la salubre infinitud.
me volqué entonces como en otros tiempos hacia el
mismo mar. ese amansador de rocas cuando la tarde
comienza a ser sombra. el de las preguntas solemnes y
ecos palpitantes. vi como en sus olas las barcas sacudían
el tiempo. escuché voces de prehistóricos mundos. el
viento marcaba la hora transitoriedad de lo eterno.
fracasé en el intento. abandoné toda voluntad hasta llegar
a la orilla inerme. me recogieron arenas soleadas de árido
brillo. pude entrever los frágiles huesos. a dos dedos de
mi lengua el cangrejo fósil de piedra. es él quien acalla el
misterio y lo deja ser.
Y el mar, en su aparente neutralidad, desgasta, altera, cambia. Nada más
desconcertadamente melancólico que ciertas playas a la hora de la baja mar;
criaturas extrañísimas han quedado abandonadas sobre la arena húmeda y un
aire de destrucción parece flotar sobre todo. El mar parece el agente cósmico
de la destrucción, de la aniquilación lenta, cautelosa e inexorable de ese algo
macizo, óseo que parece constituir la naturaleza humana.
Filosofía y poesía
María Zambrano
afuera y adentro
a Gego,
quien al huir de los nazis
lanzó las llaves de su casa al río.
lárgame de ti — le dijo al oído. quiso su misterio. solo
reflejos sin voz.
con paso firme abrió la puerta. cruzó el umbral. apoyó la
espalda en las sombras. dejó caer el bolso se acercó al río.
la dolencia había zanjado su cara. tragó grueso. negaba
mirar(se) con desdén. después de todo comprendía la
inutilidad del odio.
…
(Fuente: La parada poética)
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