jueves, 1 de julio de 2021

Flavia Pesci Feltri (Caracas, Venezuela, 1968)

 

 

  / Trazos en fuga 

 



epílogo

 

la patria tembló

susurraban los muertos

bajo túmulos de asfalto

uno

a uno

la estrecha mudez.

 

trazos en fuga

 

 mientras todo dormía se apoderó de ella un extraño

desvelo. fueron los primeros bostezos luego del sosiego.

entre las ramas aparecieron: hurtados palpitantes limpios.

efímera geometría de sucesivas ausencias. jadean justo

antes de la incipiente luz. el sueño te obliga a abrir los

ojos. escuchaba raras palpitaciones que abrían rutas

insospechadas. en un momento de gracia advirtió cierto

sollozo. intentó traducir la vida naciente. la del otro. echó

mano a símbolos para descifrar el instante conjugado.

alucinando en lo impropio. confundida en la insondable

soledad yacente.

reconoció haber llegado. entendió que debía soltar.

abandonar. respirar hondo. dejarse acunar entre los

trazos en fuga. pendular en el contorno. como rayos

paralelos vagando en el afuera. el adentro. el no lugar.

 

el loco

 

 yo anhelaba menos confusión. menos furia. sin embargo

la noche insistía con sus estribillos de metal. no era por

causa de las entrañas ni del pensamiento. sino del simple

horror de saberse.

creía en la necesidad de intentar la fuerza de la tierra. su

profunda honestidad. reparaba con obsesivo interés en

el recorrido del río. lo perseguí por cuarenta noches y

cuarenta días en su imparable camino. las aguas dulces

se desbordaron en la salubre infinitud.

me volqué entonces como en otros tiempos hacia el

mismo mar. ese amansador de rocas cuando la tarde

comienza a ser sombra. el de las preguntas solemnes y

ecos palpitantes. vi como en sus olas las barcas sacudían

el tiempo. escuché voces de prehistóricos mundos. el

viento marcaba la hora transitoriedad de lo eterno.

fracasé en el intento. abandoné toda voluntad hasta llegar

a la orilla inerme. me recogieron arenas soleadas de árido

brillo. pude entrever los frágiles huesos. a dos dedos de

mi lengua el cangrejo fósil de piedra. es él quien acalla el

misterio y lo deja ser.

 

Y el mar, en su aparente neutralidad, desgasta, altera, cambia. Nada más

desconcertadamente melancólico que ciertas playas a la hora de la baja mar;

criaturas extrañísimas han quedado abandonadas sobre la arena húmeda y un

aire de destrucción parece flotar sobre todo. El mar parece el agente cósmico

de la destrucción, de la aniquilación lenta, cautelosa e inexorable de ese algo

macizo, óseo que parece constituir la naturaleza humana.

Filosofía y poesía

María Zambrano

 

  

afuera y adentro

 

a Gego,

quien al huir de los nazis

lanzó las llaves de su casa al río.

 

lárgame de ti — le dijo al oído. quiso su misterio. solo

reflejos sin voz.

con paso firme abrió la puerta. cruzó el umbral. apoyó la

espalda en las sombras. dejó caer el bolso se acercó al río.

la dolencia había zanjado su cara. tragó grueso. negaba

mirar(se) con desdén. después de todo comprendía la

inutilidad del odio.

 

(Fuente: La parada poética)

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